La decapitación de Castilla, en este caso literal. Santander –La Montaña y la Costa castellanas-, descabezada de Castilla

Juan Pablo Mañueco

Extraído del libro «Castilla entre el XX y XXI, Historia y Memoria», de Juan Pablo Mañueco

Imagen de la entrada, Francisco Javier Sánchez: Bahía de Santander

LOS MÁS FAMOSOS DESCABEZAMIENTOS y las más logradas decapitaciones que recoge la Historia de Castilla no son los de Padilla, Bravo y Maldonado por parte de Carlos V y los de todos los comuneros que pudo después, salvo que fuesen de familia importante y adepta: el libre arbitrio del poder, en todo tiempo.

No. Cabía hacerlo más cruel y, de hecho, se ha progresado mucho en ese propósito, desde entonces hasta acá, siglo a siglo, hasta lograr el soñado objetivo de dañar a todos quienes defendieran a Castilla.

Y aún se podía rizar el rizo, perfectamente, y eso es lo que se consiguió en la década de los 80 del siglo XX: decapitar a la propia Castilla.

Sello concejil de Santander en el siglo XIII

Desmochar, truncar y despuntar la punta misma castellana, a fin de que con su escamonda, tala y escamujo se obrase el efecto de limpia que se pretendía, erradicando e higienizando el mal que esta tierra siempre ha representado para el conjunto de España, como se sabe.

Y si no ha representado nada de todo eso, sino precisamente lo contrario (el nutriente del que se han alimentado en varia forma todas las regiones que la circundan) pues se reafirma el pensamiento del párrafo precedente, que lleva fomentándose falsariamente desde el XIX, y así se horadan un poco más sus cimientos.

En efecto, podía efectuarse lesivamente una cortadura más extensa que afectara a la cabeza de Castilla, para dañarla bien perniciosa y terminantemente: decapitar su origen. Mochar la torre más alta y primera del castillo: la Montaña y la Costa de Castilla.

Se reunieron para efectuar ese corte diversas hachas…

A/ La financiación económica de grupos económicos interesados en descastellanizar Santander, ya citados anteriormente, para formar un “protectorado” o “dominio” de la potente Vasconia, más el apoyo político desde dentro del Parlamento español por parte de aquellos grupos políticos con escaños a quienes también conviniere que Castilla fuese desmochada.

B/ Las mentiras sembradas en la opinión de la gentes de la provincia de Santander sobre la posibilidad de conseguir un concierto económico si se separaban de Castilla, similar al muy ventajoso del que gozan provincias limítrofes…

Concierto y cupo que efectivamente tiene mucho que ver con el superdesarrollo alcanzado por ellas, que de otra forma no hubiera sido tan descarado y dispar con respecto a la provincia castellana.

C/ Los bulos de asegurar que, con la autonomía uniprovincial, la breve provincia –sin población suficiente para llegar al mínimo de un millón de habitantes que un informe publicado en la época, el “Informe García de Enterría”, recomendaba como mínimo para tener un suelo autonómico estable– iba a lanzarse hacia lo supersónico en lo económico…

Más bien era sensata la tesis de los procastellanos de Santander: como cabeza y puerto natural de una extensa región unida a ella se tendría más fuerza, vigor y futuro económico y más peso conjunto en España

D/ El hacha del presupuesto público derrochado en fomentar, desde cualquier espacio de poder que tuviesen en su mano los bien untados “cantabristas” -primero municipal y luego regional- deportes, músicas, prehistorias, mitologías y simbologías adulteradas por toda la neo-región, aunque fueran tan castellanos como los del resto de Castilla o directamente inventados.

Todo ello se impulsó primero y se impuso después a los ámbitos escolares y académicos, en todos y cada uno de sus niveles.

E/ El hacha de la imagen falsificada de la Castilla sólo parda, monócroma, paramera… (Maeztu lo impuso, venía de unas décadas antes…), y que uno de los más conspicuos y folklóricos (aunque dicharachero y simpático, hay que reconocérselo) promotores del cantabrismo no ha dejado de agitar desde entonces.

Precisamente, en la época del 98, Castilla la Vieja, es decir, Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia y Ávila conformaban la región más montañosa de España (Sistemas Cantábrico, Ibérico y Central) y la más extensamente arbolada del territorio nacional.

Bosques en la Tierra de Pinares ( Burgos y Soria )

Pero además dicha imagen falsa incurría en un error de principio: confundir un paisaje –que es geografía- con una región histórica y política, con un Reino o Estado. En éste caben muchos de aquéllos.

Navarra montaraz del Pirineo, zona media de Pamplona, llana de la Ribera y desértica de las Bardenas Reales. Todo ello en una región no muy extensa. Pero no es razón suficiente para quebrar Navarra, en efecto.

Lo mismo podría decirse de todas las demás regiones o provincias españolas con diferencias importantes en su territorio. Inclusive si el paisaje fuera la base de la región política, ¿por qué mantener unidas la costa y la montaña santanderina?

Ahora bien, contra Castilla vale toda la artillería que se le dispare a bocajarro.

Porque para dispar y discrepante en su paisaje… incluso la innatural provincia de Santander, si nos ponemos a observar sus contrastes.

¿Deben separarse la Costa santanderina de la Montaña, por ser diferentes sus paisajes? ¿No? Pues la misma respuesta vale para Castilla.

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