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El Estado de las Autonomías en lo que se refiere a Castilla y el café para todos

Juan Pablo Mañueco

Extraído del libro «Castilla entre el XX y XXI, Historia y Memoria», de Juan Pablo Mañueco

A modo de resumen del Estado de las Autonomías en lo que se refiere a Castilla

LA ENTIDAD REGIONAL HISTÓRICA que se requería para alcanzar la autonomía venía y viene exigida por la propia Constitución de 1978, según el Capítulo III, “De las Comunidades autónomas”, del Título VIII, que en el Artículo 143, punto 1, expone:

En el ejercicio del derecho a la autonomía reconocido en el artículo 2 de la Constitución, las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes, los territorios insulares y las provincias con entidad regional histórica podrán acceder a su autogobierno y constituirse en Comunidades Autónomas con arreglo a lo previsto en este Título y en los respectivos Estatutos”.

“Entidad regional histórica” era el requisito para las provincias únicas que quisieran acceder a la autonomía uniprovincial. Todas las demás provincias de Castilla tenían más antigua “entidad regional histórica”, si las élites políticas hubieran decidido llevarlas a la autonomía uniprovincial.

Pero las dos provincias castellanas que menos, porque eran las provincias castellanas más recientes, Santander y Logroño, fueran a las que esas élites con mando decidieron llevar a la autonomía.

La cuestión de la “entidad regional histórica” fue uno de los temas de más encarnizado debate oral y escrito en la provincia de Santander.

Para los partidarios de que la provincia de Santander, matriz de Castilla, continuara unida a las otras provincias castellanas era evidente que Santander y provincia carecían de “entidad regional histórica” por sí misma, y, en cambio, sí poseía mucha entidad regional histórica pero dentro de Castilla.

Y lo mismo y en semejantes términos ocurrió en Logroño.

Sin embargo… el poder político no cumple ni sus propias leyes o Constituciones, si el poder no quiere.

Es ley no escrita más antigua y más cierta que las leyes que sí se escriben, pero que siempre encuentran trampas para ser vadeadas, si a quienes mandan políticamente les conviene franquearlas.

El café para todos quería decir que todos los españoles tomarían café (lo cual es equitativo), pero los castellanos más achicoria que café y en asientos separados.

PODRÍAMOS HABLAR DE LAS distintas calidades del café servido en el llamado Estado de la Autonomías, pero por ahora quiero seguir centrándome solamente en el motivo por el que a un grupo de los parroquianos del cafetín constitucional, los castellanos, se les dijo que tenían que situarse en asientos separados.

Lo cierto es que a Castilla querían preservarla, más o menos unida, partidos del arco político conservador, sin entrar en mayores precisiones, y que sentían más bien rechazo por ella partidos del arco político de izquierdas, asimismo sin entrar en más detalles.

Y en cuanto a la UCD y el PSOE, que fueron en definitiva quienes decidieron al respecto sobre Castilla, como los predominantes en aquellos años, ¿qué postura adoptaron?

En principio, ambigua, que debe de ser lo propio de los partidos “de Estado”, probablemente. La ambigüedad calculada y a ver por dónde sale el tiro para después salir corriendo para cazar la pieza y apuntarse el éxito.

Sin embargo, como tanto a UCD como a PSOE les hacían falta alcanzar mayorías parlamentarias suficientes, para concretar algunos puntos de sus programas, esto es, como a ambas formaciones les hacían falta los votos de los nacionalistas, ambos partidos fueron delimitando sus posturas hacia lo que fue, hacia lo que hoy conocemos…

Posiblemente, Castilla fue uno de los mercadeos en esas mayorías parlamentarias que se necesitaban.

El PNV (Partido Negociador de Ventajas) sabe vender muy caros sus votos a un lado y a otro del arco parlamentario que los necesite para completar mayorías. Y cobra muy caro cada apoyo.

Inclusive hace caer y subir Gobiernos. En 2018, en el plazo de una semana sostuvo el Gobierno Rajoy apoyándole en sus Presupuestos Generales del Estado, y pocos días después le seguía apoyando por la mañana y a la hora de comer le avisó que le iba a hacer caer por la tarde, como efectivamente lo dejó caer –no le habría concedido lo que durante la comida le pidiera- para alzar a un nuevo inquilino de la Moncloa, se ve que más propenso a pagar con nuevas concesiones a la derecha vasca de… lo que quisiera.

España no le interesa, sino debilitarla y sangrarla mientras haya qué desangrar… Debilitar Castilla es parte de su ADN, y además, debilitando más que a nadie a Castilla crece su zona de influencia… Luego, se entiende fácilmente.

CiU (Conseguidores i Unilaterales) lo mismo. Otros mercaderes del voto en el Parlamento a cambio de conseguir unilateralmente prebendas para ellos solos. Tal ha sucedido desde su aparición en el mapa del mercadeo de votos, a cambio de privilegios e inversiones especiales. Sus continuadores nominales han seguido sus mismos pasos.

Otros a los que no interesaba una Castilla fuerte que pudiera interesarse por ejemplo por la suerte de sus emigrantes en Cataluña: los unilaterales sólo se reconocen derechos a sí mismos. Los emigrantes castellanos no tienen derechos lingüísticos. Mejor que no hubiese una autonomía fuerte castellana que pudiera velar por sus conciudadanos que habían sido absorbidos por la emigración a tierras ajenas.

Los nacionalistas exigieron su cabeza (PNV y CiU, y otros quizá en negociaciones más secretas), y los dos partidos nacionales aceptaron finalmente entregarles la cabeza de Castilla, en bandeja de apoyo a sus mociones parlamentarias.

La Constitución de 1978 que había que sacar adelante con los votos que hicieran falta, las leyes que requerían mayorías cualificadas, los pactos de Gobierno que querían sostenerse en España o en los ayuntamientos…

Todos fueron excelentes momentos para que los nacionalistas excluyentes obtuvieran sus provechos y sus ventajas.

¿Fue el futuro de Castilla pactado en las conversaciones entre la UCD, el PSOE-PSC y los catalanistas directos (esto es, los que no iban con el antifaz de “PSC”) para consensuar la Constitución Española de 1978, donde resultaban imprescindibles?

¿Intervinieron en el futuro de Castilla los nacionalistas vascos, a cambio de su apoyo a leyes parlamentarias concretas, momento en que siempre –ayer y hoy- ha habido que pagarles sustanciosamente, o bien con dinero o bien con los frutos que reclamasen, de forma pública o de forma privada?

No lo sé, y además sobre esas cosas siempre hay versiones contradictorias y algunas de ellas siempre se niegan.

Territorios excelentes y supremos y la simple chusma o morralla

SÍ PUEDE AFIRMARSE QUE fueron las exigencias de nacionalistas excluyentes catalanes y vascos a un inmediato reconocimiento de sus instituciones, las que llevaron a UCD a plegarse a ellas y a concederles primacías, y consideraciones de “históricas”, etc.

Los “dos huevos duros de más”, que siempre exigen los nacionalistas excluyentes en su menú, para no mezclarse en el comedor con la chusma corriente.

Y como a los centristas debió de parecerles inmoral –lo hubiera sido- que sólo esos dos territorios obtuvieran autonomía, es probable que pidieron permiso a sus interlocutores –y jefes en materias autonómicas- para ver si podían generalizar las autonomías por toda España.

La respuesta catalana y vasca hubo de ser que sí, que le daban permiso al Gobierno español –obviamente no podía explicarse bien lo de la exclusividad- para crear un Estado de las Autonomías, pero siempre que ellos fueran más que lo demás, que es de lo que trata siempre el nacionalismo excluyente.

Las “nacionalidades y regiones”, conceptos que ya discriminan, desnivelan, desequilibran y desigualan desde el principio, fue la exigencia de los nacionalistas excluyentes para que la turba, tropa, vulgo o morralla restante de España pudiera llegar a ser autónoma, pero no con la categoría de los territorios excelentes o supremos, que debían seguir siendo ellos.

Achicoria parcelada

EL CAFÉ PARA TODOS pero con “nacionalidades y regiones” fue el resultado de este choque subterráneo de placas tectónicas –las de siempre, las mismas que con Franco y antes de él- que se estaban recomponiendo durante la Transición, para que todo quedase territorialmente igual: privilegios para unos, displicencia y menosprecio para otros.

Es la misma Triespaña que gobierna España en su provecho desde el XIX y que mantenía las diferencias de clase en favor de dos de las tres zonas de España más beneficiadas ya durante el franquismo y también durante su siglo anterior.

Durante los últimos años setenta y primeros ochenta del siglo XX una de las cuestiones más controvertidas, en prensa y otros foros, fue la de saber en cuántos asientos finales iban a ser arrellanados los castellanos para tomar la achicoria autonómica que les correspondiese, siempre muy menoscabada, de esto podían estar seguros quienes la autorizaban.

Lo que ya se veía es que Castilla unida, entera, como reclamaban las primeras manifestaciones de Villalar y los partidos castellanistas –numerosos pero con pocos medios económicos- de la Transición, más muchas voces de intelectuales de aquellos años con Sánchez-Albornoz a la cabeza, no iba a haberla.

Habría varias Castillas, parceladas y muy disminuidas, porque así lo estaban decidiendo UCD y PSOE-PSC, por propia voluntad suya –nadie se equivoca tanto por propia voluntad- o más bien bajo presiones de otras formaciones que les impeliesen para a esa incomprensión y desdén hacia lo castellano.

Pero los dos citados partidos nacionales son también culpables: lo aceptaron.

La Leyenda Negra del XIX contra Castilla y sus consecuencias pasadas y vigentes

Juan Pablo Mañueco

Extraído del libro «Castilla entre el XX y XXI, Historia y Memoria», de Juan Pablo Mañueco

Acumulación de hachas contra Castilla y el hacha del odio desde todas las ideologías y geografías, eso hizo que aparecieran las cinco taifas castellanas

Y HABÍA UN HACHA más, si no hubiere concitadas y agrupadas ya bastantes en hermandad de intenciones, todavía más afilada e hiriente contra la dama devastada por la política y la calumnia desde hace varios siglos.

El odio.

El hacha del odio sembrado contra Castilla, desde los ámbitos de poder propios y ajenos, desde tiempo inmemorial, abundantemente regados con presupuesto público casi ilimitado, tanto el odio exterior como el interno o autoodio.

Este odio contra Castilla, en parte y en determinados ambientes, es una expresión del odio contra España en esos ámbitos geográficos e ideológicos.

Pero el odio contra Castilla es más intenso, porque resulta que quienes aman mucho a España, desde el otro sector mental e ideológico, en cualquier geografía, también rechazan a Castilla…

Y diré que la “rechazan”, suavemente expresado, porque Castilla les descuadra una idea delicuescente, etérea de España que se han formado. Sin raíz y sin convergencias desde diferentes manantiales.

Aunque, en realidad, este sector ideológico también llega al “odio” contra Castilla si ésta se pone personalista, propia y afirma la verdad de su existencia y de su historia propia.

No afirmar que se habla “español” –Castilla, la tierra sin idioma propio, al parecer, cuando hasta las más parvas hablas españolas, incluso comarcanas, se autocalifican de idiomas- ocasiona incomodidades e incluso enfrenamientos con quienes habitan en esta atmósfera mental.

Y afirmar que quien descubrió América (y todos los restantes continentes, océanos y mares descubribles) fue la Corona de Castilla y sólo a través de ella España… genera el pasmo del 95 % del auditorio, y en algunos caso el estupor puede dar paso a la animadversión, al rencor y a la rabia contra quien se atrevió a decir lo evidente.

Nao Santa María, descubridora de América, con el estandarte de la Corona de Castilla en su palo mayor

Sí, el odio contra Castilla, muy extendido, muy fuerte… entre las ideologías de izquierda, de derecha y del nacionalismo periférico.

Todas estas hachas también se concitaron para que en la década de los 80 del siglo XX Castilla fuese hecha saltar en cinco taifas castellanas, que destruían y evaporaban a la común Castilla, según la planificación que alguien trazó y luego llevó a la práctica.

Castilla” más odiada que “España”, porque también la odian quienes aman mucho a España y los partidos que se sustentan en ese concepto: a ellos, “Castilla” les descuadra

ESTA ES LA SUPREMA paradoja que explica la desaparición de Castilla en los años 80 del siglo XX y la perpetuación de su ausencia hasta nuestros días. “Castilla” es el concepto más odiado en esta península. Más incluso que el concepto de “España”, que es odiado en determinados lugares y por determinadas ideologías.

Castilla además de concitar esos mismos odios que acabo de mencionar, suscita también el odio de quienes aman mucho a España, de las ideologías y partidos que se sustentan en ese amor o simplemente de quienes se sienten españoles, porque a ellos el concepto “Castilla”… les descuadra.

Habría que explicarles a los partidarios del españolismo sin partes que integren a España que eso es un error. A la España sin partes (salvo alguna manifestación folklórica) del Régimen de Franco (es decir también sin Castilla, cuya esencia se absorbía declamatoriamente por el Régimen, mientras se la estrujaba y vaciaba en la realidad) siguió las partes sin apenas España, pero entre esas partes… no se admitió a Castilla.

Ni izquierda ni derecha aceptaron tampoco a Castilla como una de esas partes de España, por lo que la situación castellana no mejoró respecto a los años anteriores.

La izquierda, mayoritariamente, con satisfacción al ver extinta a Castilla, e ignorando al castellanismo, como cuestión desfasada, cuya extinción aplaudían. La derecha, por lo general, intentando disuadir al castellanismo residual, persuadiéndole de que Castilla sólo podría retornar a ser grande después de conseguir una España grande.

No lo había sido, durante la “grandeza” del Régimen anterior, sino la principal carne picada y triturada para que se alimentara con su gente y sus despojos el resto beneficiado y favorecido del Estado.

Pero además habría que decirles a quienes sustentan la anterior idea que la realidad es exactamente la contraria: sólo una Castilla grande puede constituir una España grande, en conjunción con las restantes partes de España.

Mientras un tercio de España, que es la extensión superficial de Castilla, sea un pellejo desprovisto de tuétano y contenido, ¿qué grandeza de España cree nadie que puede conseguirse?

He dicho un tercio por referirme sólo a Castilla, pero la España vaciada, concienzudamente vaciada por unas políticas erradas, dañinas y crueles contra tanta España como es la España despoblada y deshabitada artificialmente, comprende casi toda España.

Toda la España no engordada políticamente durante el XIX y superdesarrollada y superpoblada durante los años centrales del siglo XX, los años del franquismo, que en esto fue continuador exacto de la política económica que venía ejerciendo Triespaña (Madrid, Barcelona y Bilbao) contra el resto de España.

Sin Castilla fuerte, no hay España fuerte posible, probablemente tampoco hay España, pero desde luego no hay España ininterrumpidamente habitada

CON UNA CASTILLA VACIADA y con una España vaciada no puede haber Castilla ni España fuerte. La Castilla y la España vaciada es el principal problema territorial de España, a pesar de que sea el problema territorial del que menos se hable en el Parlamento de España.

Mapa de las zonas de España en las que la densidad de población es más baja (rojo, por debajo de 8 habitantes por km2; naranja, por debajo de 12,5 habitantes por km2). Autor: Pilar Burillo, estudio SESPAS.

Del problema de Castilla, sacada de sí y saqueada de todo, no se habla jamás -ni se ha hablado nunca- en dicho lugar, evidente y tristemente.

La verdad sobre Castilla tampoco se explica en las escuelas, ni aparece en los medios de comunicación… Pero sí circula y continúa circulando, imparable, la Leyenda Negra contra Castilla.

No me refiero sólo a la Leyenda contra España (que esa también circula y afecta igualmente a Castilla), sino a la específica Leyenda contra Castilla, de la que el reduccionismo de su paisaje es uno de sus componentes.

La Leyenda Negra anticastellana es distinta, más reciente y creada y difundida desde el interior de España y no desde enemigos exteriores como ocurre con la Leyenda Negra española.

El resultado de todas estas hachas –y la indefensión política, mediática, económica… de Castilla- fue la decapitación de la bella dama.

Tal cosa decidieron las élites políticas, por las razones que fueran, la decapitación primero y, acto seguido, la desmembración de Castilla.

Las élites políticas… porque a ninguna provincia castellana jamás se le concedió el derecho a decidir en un referéndum sobre la autonomía que quería para su tierra.

La decapitación de Castilla, en este caso literal. Santander –La Montaña y la Costa castellanas-, descabezada de Castilla

Juan Pablo Mañueco

Extraído del libro «Castilla entre el XX y XXI, Historia y Memoria», de Juan Pablo Mañueco

Imagen de la entrada, Francisco Javier Sánchez: Bahía de Santander

LOS MÁS FAMOSOS DESCABEZAMIENTOS y las más logradas decapitaciones que recoge la Historia de Castilla no son los de Padilla, Bravo y Maldonado por parte de Carlos V y los de todos los comuneros que pudo después, salvo que fuesen de familia importante y adepta: el libre arbitrio del poder, en todo tiempo.

No. Cabía hacerlo más cruel y, de hecho, se ha progresado mucho en ese propósito, desde entonces hasta acá, siglo a siglo, hasta lograr el soñado objetivo de dañar a todos quienes defendieran a Castilla.

Y aún se podía rizar el rizo, perfectamente, y eso es lo que se consiguió en la década de los 80 del siglo XX: decapitar a la propia Castilla.

Sello concejil de Santander en el siglo XIII

Desmochar, truncar y despuntar la punta misma castellana, a fin de que con su escamonda, tala y escamujo se obrase el efecto de limpia que se pretendía, erradicando e higienizando el mal que esta tierra siempre ha representado para el conjunto de España, como se sabe.

Y si no ha representado nada de todo eso, sino precisamente lo contrario (el nutriente del que se han alimentado en varia forma todas las regiones que la circundan) pues se reafirma el pensamiento del párrafo precedente, que lleva fomentándose falsariamente desde el XIX, y así se horadan un poco más sus cimientos.

En efecto, podía efectuarse lesivamente una cortadura más extensa que afectara a la cabeza de Castilla, para dañarla bien perniciosa y terminantemente: decapitar su origen. Mochar la torre más alta y primera del castillo: la Montaña y la Costa de Castilla.

Se reunieron para efectuar ese corte diversas hachas…

A/ La financiación económica de grupos económicos interesados en descastellanizar Santander, ya citados anteriormente, para formar un “protectorado” o “dominio” de la potente Vasconia, más el apoyo político desde dentro del Parlamento español por parte de aquellos grupos políticos con escaños a quienes también conviniere que Castilla fuese desmochada.

B/ Las mentiras sembradas en la opinión de la gentes de la provincia de Santander sobre la posibilidad de conseguir un concierto económico si se separaban de Castilla, similar al muy ventajoso del que gozan provincias limítrofes…

Concierto y cupo que efectivamente tiene mucho que ver con el superdesarrollo alcanzado por ellas, que de otra forma no hubiera sido tan descarado y dispar con respecto a la provincia castellana.

C/ Los bulos de asegurar que, con la autonomía uniprovincial, la breve provincia –sin población suficiente para llegar al mínimo de un millón de habitantes que un informe publicado en la época, el “Informe García de Enterría”, recomendaba como mínimo para tener un suelo autonómico estable– iba a lanzarse hacia lo supersónico en lo económico…

Más bien era sensata la tesis de los procastellanos de Santander: como cabeza y puerto natural de una extensa región unida a ella se tendría más fuerza, vigor y futuro económico y más peso conjunto en España

D/ El hacha del presupuesto público derrochado en fomentar, desde cualquier espacio de poder que tuviesen en su mano los bien untados “cantabristas” -primero municipal y luego regional- deportes, músicas, prehistorias, mitologías y simbologías adulteradas por toda la neo-región, aunque fueran tan castellanos como los del resto de Castilla o directamente inventados.

Todo ello se impulsó primero y se impuso después a los ámbitos escolares y académicos, en todos y cada uno de sus niveles.

E/ El hacha de la imagen falsificada de la Castilla sólo parda, monócroma, paramera… (Maeztu lo impuso, venía de unas décadas antes…), y que uno de los más conspicuos y folklóricos (aunque dicharachero y simpático, hay que reconocérselo) promotores del cantabrismo no ha dejado de agitar desde entonces.

Precisamente, en la época del 98, Castilla la Vieja, es decir, Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia y Ávila conformaban la región más montañosa de España (Sistemas Cantábrico, Ibérico y Central) y la más extensamente arbolada del territorio nacional.

Bosques en la Tierra de Pinares ( Burgos y Soria )

Pero además dicha imagen falsa incurría en un error de principio: confundir un paisaje –que es geografía- con una región histórica y política, con un Reino o Estado. En éste caben muchos de aquéllos.

Navarra montaraz del Pirineo, zona media de Pamplona, llana de la Ribera y desértica de las Bardenas Reales. Todo ello en una región no muy extensa. Pero no es razón suficiente para quebrar Navarra, en efecto.

Lo mismo podría decirse de todas las demás regiones o provincias españolas con diferencias importantes en su territorio. Inclusive si el paisaje fuera la base de la región política, ¿por qué mantener unidas la costa y la montaña santanderina?

Ahora bien, contra Castilla vale toda la artillería que se le dispare a bocajarro.

Porque para dispar y discrepante en su paisaje… incluso la innatural provincia de Santander, si nos ponemos a observar sus contrastes.

¿Deben separarse la Costa santanderina de la Montaña, por ser diferentes sus paisajes? ¿No? Pues la misma respuesta vale para Castilla.

Carpetania mítica y turística, 25.000 años de historia

Juan Pablo Mañueco

Extraído del libro «Castilla entre el XX y XXI, Historia y Memoria», de Juan Pablo Mañueco

Imagen de la entrada: mapa de los pueblos prerromanos de Castilla la Nueva

Carpetania mítica y turística, 25.000 años de historia, de arte y de grabado, cuna de la vida familiar y del humanismo

CARPETANIA, 25.000 AÑOS DE historia, de arte, de grabado y de vida hogareña”. Esto sí empezaría a ser ya antigüedad y distingo, protohistoria, escalafón y solera. Y además Guadalajara podría hacerse arte y cuna del humanismo de todos los tiempos, si las autoridades alcarreñas decidieran distraer tanto erario público como han desviado las santanderinas hacia sus delirios.

¿Por qué? Porque aparte de animales, en la Cueva de los Casares y otras del contorno, se representan ya escenas humanas familiares como el embarazo, el parto y la vida familiar.

La verdad, sería una buena forma de atraer turistas hacia la Alcarria. Mejor que un libro de viajes muy promocionado, a pesar de que pone a sus habitantes a caer de un burro, se ríe de ellos sin parar, y les trata de paletos y de rústicos.

El cual libelo, cuyo nombre no pienso citar, no para de ser promocionado sin embargo por las autoridades de la provincia, que probablemente ni siquiera se lo han leído y desde luego no han entendido nada de lo que dice en ese no muy brillante libro su autor, genio sí, pero por otros escritos, no por ese promovido y fomentado libro de mérito literario más bien menesteroso, tacaño, escaso y exiguo.

Carpetania, cuna del Humanismo”, primer vagido de la vida familiar… Sí, podría ser una buena forma de promocionar Guadalajara, siempre que se cerrara los ojos a los mismos insolubles problemas que afectan a quien identifique la provincia de Santander o la actual comunidad de Cantabria con la vieja y prerromana tierra homónima…

Ni en uno ni en otro caso coinciden los territorios, ni ninguna característica étnica o religiosa entre los carpetanos y los alcarreños, entre los cántabros y los actuales habitantes de las tierras al norte de la provincia de Burgos.

Es una decepción –o no, porque pertenecer a la tierra con más Historia del planeta tampoco está mal-, pero queridos carpetanos de Guadalajara, queridos montañeses y costeños de Santander, no sois aquéllos.

Lamento desengañaros. Pero no sois aquellos carpetanos ni aquellos cántabros, sino algo mejor y más evolucionado.

Cueva de los Casares en Riba de Saelices (Guadalajara). La figura humana por primera vez grabada hace 25.000 años.

Desde luego, lo que acabo de escribir sobre «Carpetania» es irónico, aunque contenga realidades. Sirve para que se vea lo absurdo que es decir eso mismo sobre «Cantabria», igualmente sin sentido pero con el presupuesto público de una taifa regional que sostiene idéntica patraña.

Lo cual no creo que sea constitutivo de “malversación”, pues parece palabra muy fuerte, pero sí de dilapidación y derroche del presupuesto de todos, para beneficio de los jerarcas que se han montado sobre ese engaño, esa trampa y ese timo intelectual a sus convecinos.

Arévacos y lusones sí son pueblos con su propia historia en su propio alfabeto, cosa que los cántabros prerromanos, no. Y además el idioma lusón puede cultivarse literariamente, por ejemplo, por mí, o por cualquiera que quiera que en Guadalajara tengamos dos lenguas propias y cultas o cultivadas

ES EL MISMO DELIRIO que si los sorianos se reclamaran herederos directos de los arévacos de Numancia, y pidieran la recuperación de su discutido y mudable territorio, y su independencia o autonomía política, basándose en aquel pueblo.

Como si los arévacos prerromanos gozasen de “señas” redivivas, resucitadas del paso destructor de las legiones romanas y de los siglos devastadores, para todos aquellos pueblos.

O si los habitantes de la región de Luzaga, en el actual oriente de la provincia de Guadalajara, decidieran reclamar las señas de identidad de los viejos “lusones”, emparentados con los numantinos, y que también como ellos prefirieron morir antes que caer en poder de las tropas de la República romana.

Con una diferencia, los lusones o los arévacos sí son pueblos escribientes. Es decir arévacos y lusones sí disponían de alfabeto y de escritura propia, por lo que ellos sí son ya pueblos “históricos”. No se fundamentan en Javier de Burgos, como antes hemos visto para la provincia de Santander y sus continuaciones.

Las formas étnicas o gastronómicas o de enterramiento no coinciden entre los antiguos lusones, arévacos o cántabros prerromanos y los actuales pobladores de sus tierras.

Pero históricos por sí mismos sí lo son los prerromanos que habitaron Soria y Guadalajara… No los cántabros prerromanos. Aquí va una pequeña clase de lengua y cultura lusona, para quien quiera –puenteando a Castilla- trasladarlos por el túnel del tiempo a las reivindicaciones autonómicas actuales.

La lengua celtibera lusona, aparte de histórica puesto que conservamos textos de ella sobre distintos soportes, es hoy mismo lengua culta y cultivada.

Véase el soneto siguiente, pergeñado por quien esto escribe, aunque naturalmente no está escrito en alfabeto lusón (por no ser el nuestro, no habría forma autonómica ni no autonómica de entenderlo), sino en alfabeto latino, que es –¡cosas de la Historia!- el mismo abecedario que hoy comparten Guadalajara, Soria y Santander.

SONETO DE LOS NÚMEROS EN CELTÍBERO LUSÓN

“Ban”, en ibero; en castellano es uno.

“Bi”, en ibero; en castellano es dos.

“Irur”, en ibero; es tres, dos y uno.

“Laur” ibero; cuatro, dos más dos.

“Borste”, ibero; cinco hoy los reúno.

“Sei”, ibero; media docena en pos.

“Sisbi”, ibero; seis más uno, yo acuno.

“Sorse”, ibero, ocho: dos, dos, dos y dos.

“Abar”, ibero; es nueve en castellano.

“Hamar”, ibero; diez sea al completo.

Y aquí tienes –iberas- doble mano.

Vas entrando, por tanto, en el secreto

del pueblo antiguo, añejo, prerromano.

Más no cabe al decir de este soneto.

En definitiva, si los habitantes de Soria y de Atienza (Guadalajara) dieran en tenerse por arévacos numantinos regionalizables autonómicamente por este motivo histórico (que no prehistórico, en su caso) y si la parte este de Guadalajara recalase en las señas de identidad de los viejos lusones (con ser muchas e históricas -no prehistóricas- las señales que podrían exhibir), ¿qué habrían alumbrado…?

Pues… un visaje, un desbarre, un desfase y un desajuste similar al que cometieron los partidarios de que la histórica “La Montaña” (de Castilla, por antonomasia, paradigma y excelencia) pasara a denominarse “Cantabria”…

¡No coinciden geográficamente! Como se ha indicado, aquella Cantabria correspondía más bien, otra vez, a las tierras de Santander, norte de Burgos y norte de Palencia, y la capital de aquella Cantabria prerromana -según cuentan- era Peña Amaya, donde se asentaba Amaya (la “ciudad madre”, la “capital”, en lengua indoeuropea).

Peña de Amaya ( Burgos )

¿Pero dónde está hoy Peña Amaya, guardando los restos de la vieja ciudad de Amaya…? Pues se sitúa… al oeste de la provincia de Burgos, para desesperación de los cantabristas de nuestro días, que podrían retornar con sentido de propiedad a la vieja Amaya sí, pero siempre y cuando primero se reintegraran a la igualmente muy añeja… ¡provincia de Burgos!

Y desde luego los bisontes de Altamira ni son “cántabros” de hoy, ni de ayer ni de nunca.

En realidad, los bisontes de Altamira ni siquiera son españoles: son de su valle, que es lo que conocían los humanos de hace 15.000 años que los pintaron, y algunos valles contiguos más, sin saber que miles de años después iban a ser utilizados para las más variopintas politizaciones, fabulosas e irreales…

La provincia de Santander dentro de Castilla la Vieja: 150 años

Juan Pablo Mañueco

Extraído del libro «Castilla entre el XX y XXI, Historia y Memoria», de Juan Pablo Mañueco

Imagen de la entrada, fotografía de Francisco Javier Sánchez: vista de las marismas desde el Barrio de Ancillo, Argoños

150 años de tranquila existencia de la provincia de Santander dentro de Castilla la Vieja y generando mucho castellanismo

CONVIENE RECORDAR ESTE ORIGEN burgalés –y toresano/palentino- de la provincia de Santander y este periodo de ciento cincuenta años -¡son años!- de tranquila estancia de la provincia de Santander en Castilla la Vieja (desde 1833 a 1982), además de todos los siglos previos desde el nacimiento mismo de Castilla en la Bardulia marina y montañesa.

La artificiosa región de Cantabria no lleva tantos de existencia y le queda mucho tiempo hasta llegar a los 150 años que duró en Castilla la Vieja la provincia de Santander, más todos los siglos previos en que la Montaña y la Costa de Castilla fue primero origen y luego parte de Castilla.

Probablemente, antes del año 2132 –en que Cantabria se equipararía en duración a los 150 de la provincia de Santander dentro de Castilla la Vieja- habrá tenido que sellar algún acuerdo de colaboración vinculante.

O bien con Vascongadas, que siguen desbordándose hacia ella y, en realidad, absorbiéndola en toda su parte oriental, o bien con Castilla, esa Castilla a la que Montaña y la Costa castellanas dieron origen.

Mapa de los condados y subdivisiones dentro de Castilla entre 930 y 970

Pero en la época de la creación ex novo de la provincia de Santander (1833), el hecho era muy reciente todavía para un castellanista ilustre de la época, Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912), tan reciente que había tenido lugar en vida de su padre, Marcelino Menéndez Pintado (1823-1899).

Más de una vez hablarían los Menéndez no sólo del carácter castellanísimo de su Santander de mediados del siglo XIX, sino también del hecho de vivir, históricamente hablando, en una de las cuatro villas marineras de Castilla a las que Alfonso VIII había concedido fuero y privilegios comerciales propios, sentando las bases de su progreso respecto a las del entorno.

O de la extensión del Condado de Castilla, a mediados del siglo X, en donde no faltaban las Asturias de Santillana del Mar, ni la comarca de Campoo, ni la marítima Trasmiera. O acaso ambos Marcelinos hablaran de la España del siglo XI, donde Santander seguía estando en su sitio.

Reinos y condados cristianos en la última etapa del Califato de Córdoba

O de la España de principios o finales del XVI, donde, obviamente, Santander continuaba muy ufana en la región (ya Estado o Corona) que las tierras costeñas y montañosas de Santander, Laredo, Castro, Santoña, San Vicente… Santillana, Torrelavega, Vega de Pas, Reinosa… había contribuido a formar.

Ciudades con voto en las Cortes de Castilla en el siglo XVI, junto con los territorios cuyos procuradores representaban, entintados en el mismo color.

Las tierras costeñas de Castilla en 1521, junto a la ciudades de la Corona de Castilla con voto en Cortes castellanas, cuyos procuradores representaban los intereses de todas las zonas entintadas en su mismo color.

El mapa superior nos muestra esas diecisiete ciudades y una villa (Madrid), con derecho a enviar sus procuradores a las Cortes de Castilla, a principios del siglo XVI.

Las cabeceras de distrito hablaban por los intereses de todo él. Conviene fijarse en los colores que reflejan la provincia correspondiente.

Véase Burgos (verde), llegando al mar.

Toro (ocre y discontinua), con poco espacio a su alrededor pero comprendiendo la actual provincia de Palencia y sur de Santander (comarca de Reinosa).

Valladolid (amarilla, discontinua), lindando con la actual provincia de Orense, por tierras de Sanabria y con territorio muy cercano a la ciudad de León.

Soria (crema) frontera con Navarra pero que también se adentra en la actual provincia de Guadalajara, en la Transierra castellana, hasta alcanzar el río Tajo,

Ávila y Segovia que bajan hasta más al sur de la villa de Madrid.

Guadalajara (rosa), que ocupa bastantes zonas al norte de la actual provincia de Madrid.

Toledo (azul) que contiene tantas comarcas del sur de Castilla la Nueva, hasta lindar con Córdoba y Jaén…

Por su parte, en 1590, ya en tiempos de Felipe II, las cosas continuaban en su sitio, obviamente.

Fue el capricho gubernativo quien trastocó las cosas en la repetida fecha de 1833, alumbrando, desde un despacho de Madrid en la Corte de Isabel II, la primera provincia de Santander, a costa de la de Burgos.

Un intento no concretado de crear la “Provincia de Cantabria” (incluida en Castilla, eso sí) a finales del XVIII no funcionó más que en el nombre y en un territorio que no coincide con el actual.

Pero no consiguió ver aprobadas sus ordenanzas y precisamente encontró la oposición radical de Santander a dicha presunta provincia, por la competencia existente entre Laredo y Santander.

Historia de un terricidio y de un maricidio: Castilla fuera de su mar

VEAMOS ALGUNAS ETAPAS DESDE que Castilla nace desde el mar hacia los altos pasos montañosos cuyos desfiladeros debe sellar con pequeños castros –castillos-, que protejan ambos espacios, el montaraz y el costeño, a lo largo del siglo VIII, hasta que la élite política de los años 80 del siglo XX decidió desde arriba, verticalistamente, por pura supremacía y mando sobre la gente la expulsión y el destierro de Castilla de su lugar natal.

El “Bastón de Laredo” la agrupación de las villas y puertos de la costa castellana, desde Vizcaya a Asturias

EN LA DISPUTA SECULAR entre Santander y Laredo por adquirir predominio en la costa castellana, era precisamente Laredo, el bastón de Castilla y cabeza de las cuatro villas marineras y forales de Castilla, quien venía batiéndose con bastante éxito desde los tiempos en que el rey castellano Alfonso VIII –el de las Navas- otorgó a las “cuatro villas marineras de Castilla” sus respectivos fueros, entre los siglos XII y XIII.

Laredo, con fuero castellano desde 1200, que la distinguía como villa peculiar y exenta de algunos impuestos, se ha hallado muy estrechamente vinculado con Burgos, tradicionalmente, y había salido con mucha frecuencia victorioso en dicha pugna costera, con Santander, cuyo fuero como villa castellana data de 1187, otorgado por el mismo rey.

Bilbao/Vizcaya no tuvo fuero propio hasta 1300-1301, signado por el rey Fernando IV de Castilla, dicho sea de paso y como referencia temporal de la antigüedad de los fueros castellanos, aunque nos salgamos brevemente del tema de nuestra exposición.

Volviendo a lo que nos ocupa, hay que decir que, de hecho, en 1629, Laredo fue nombrado capital del Corregimiento de las Cuatro Villas de la Costa de la Mar, que agrupaba a todas las villas costeras del norte del reino de Castilla, lo que convirtió a Laredo en el concejo más importante y extenso del territorio.

De esta forma, Laredo fue sede permanente del corregidor real, que ejercía su autoridad en nombre del rey de Castilla, y se decantó como la villa que controlaba los privilegios concedidos por los reyes, así como el lugar de acuartelamiento de las tropas encargadas de defender este distrito.

Se consolidaba así, durante dos siglos, el territorio llamado “Bastón de Laredo”, como se denominó a todo el territorio costero y cercano a la costa castellana desde Vizcaya hasta Asturias.

Los escudos de Santander y Laredo son muy similares, sobresaliendo en ambos casos el detalle del barco que rompe las cadenas de la Torre del Oro sevillana y que tuvo tanto eco en los puertos norteños de Castilla, precisamente porque suponía la construcción y primera aparición victoriosa de la Marina de Guerra de Castilla, que desde entonces seria dueña de los mares y océanos durante cinco siglos, hasta la disolución de la Corona de Castilla, en el siglo XVIII.

El primer dominio marítimo mundial, sin rival alguno posible en su tiempo, fue el castellano o, por decirlo más exactamente, el de la Corona de Castilla, en el que las villas marineras del norte de Castilla ejercieron un papel determinante.

Heráldica costeña al alcance de quien quiera verla: se interpreta sola

ESTA SIMILITUD ENTRE LOS escudos de Santander y Laredo, que muestra su castellanía naval desde el siglo XIII, puede completarse aún más nítidamente si se observa, por ejemplo, el escudo de Santoña, que ya hemos reproducido, unas páginas más atrás, con el mismo motivo de la aparición de la Marina de Guerra de Castilla, en el borde de abajo, más otro espacio superior aún más significativo: el cuartelado de la Corona de Castilla.

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Por su parte, el escudo de Castro-Urdiales no es menos significativo, sino exactamente igual de clarificador.

Escudo de Castro-Urdiales.

La heráldica municipal de la ciudad de Santander, muy similar a la de Laredo, según se ha dicho, muestra a un barco castellano, mandado por el almirante burgalés Ramón Bonifaz, que acaba de romper la cadena de hierro que unía la Torre del Oro con Triana, a la entrada por el Guadalquivir a la ciudad de Sevilla.

Escudo de la ciudad de Santander, muy similar al de Laredo

Hacia esta ciudad de Sevilla se encamina ya el marino burgalés, gobernando la nave que el propio Bonifaz había supervisado en su construcción, siguiendo las órdenes del rey navegante, el zamorano de nacimiento –para que todos los puntos geográficos de Castilla se aúnen en el hecho- Fernando III el Santo.

Pasear por las localidades costeras de Cantabria resulta aun hoy sumamente aleccionador sobre su “entidad regional histórica” de esta tierra. Así como ver el número de calles o avenidas rotuladas con el nombre de “Marina de Castilla” o “Almirante Ramón Bonifaz” que en ellas pueden encontrarse. O plaza o calle de los Fueros… signados por el rey de esas tierras y puertos: el rey de Castilla, naturalmente.

Líquida y gaseosa provincia de Santander -con fecha de fabricación-, pero no sólida.

POR EL CONTRARIO LOS partidarios de detraer a la provincia de Santander del resto de Castilla, durante la Transición, negaban hasta la evidencia que tenían al alcance de sus ojos.

Y aunque las argumentaciones a favor de la permanencia de la provincia de Santander en “su” Castilla –porque incluso es más Castilla de Santander que Santander de Castilla- eran argumentos históricos, de presente y de futuro, quienes fomentaban la secesión preferían llamarlos argumentos “historicistas”.

Ellos, en cambio, los desmembradores del cuerpo castellano, a falta de argumentos ni históricos ni historicistas recurrirían a argumentos “prehistoricistas”, y ello sí les parecía legítimo: los cántabros prerromanos.

Semejante actitud no les parecía impostada, pese a que era precisamente eso: prehistoricismos fabulados en su mayor parte –en lo territorial y en cuanto sus contenidos- por imposibilidad de hallar fuentes escritas que confirmaran algo de lo que se deliraba.

Los cántabros prerromanos no sabían escribir y, por no tener no tenían alfabeto, por lo que no pudieron dejar testimonio escrito sobre sí mismos: trazar signos raros sobre una superficie plana no estaba entre su mundo mental, ni se les había ocurrido pensar para qué pudiera servir.

Y los textos escritos romanos sobre “Cantabria” resulta que no coinciden con la provincia de Santander, sino más bien –de nuevo- con lo que a lo largo del siglo VIII comenzó a rebautizarse como “Castilla”.

De hecho, a riesgo de ser algo cruel cabría decir que lo más “histórico” de la posición de los cantabristas de la Transición, o de los de nuestros días, es… el tantas veces citado granadino Francisco Javier de Burgos y del Olmo, secretario de Estado de Fomento, durante dos meses, entre octubre y diciembre de 1833.

Javier de Burgos, según su ordeno y mando, es la más sólida primera piedra histórica a la actual comunidad de Cantabria al crear la provincia de Santander, el 30 de noviembre del tantas veces citado año de 1833.

Lo anterior a esa fecha es Castilla, puro corazón de Castilla: Burgos, Palencia, Toro; y lo posterior también. Una provincia de Santander integrada en su región de Castilla la Vieja, participando de sus inquietudes y disfrutando apaciblemente de los territorios de las previas tierras burgalesas y palentino/toresanas que el prohombre granadino había tenido a bien asignarle.

Cantabrismos, carpetanismos, arevacismos, lusonismos: unos más históricos que otros, esa es la verdad. Todos más que el primero, aunque el primero a fuerza de propaganda ya se vaya aceptando por los desconocedores de la realidad

SOBRE ESTA DEMARCACIÓN TERRITORIAL, o creación provincial de despacho madrileño decimonónico, trazan los cantabristas de nuestros días su elucubraciones prerromanas, saltándose sobre el puente de lo que no les interesa 2.000 años de historia y el hecho incuestionable de que los territorios entre ambos conceptos no coinciden y las “señas de identidad” de ambos mundos, lenguas y razas tampoco.

“Cantabria, 5000 años de Historia” era uno de sus lemas seductores con los que empezaron a financiar sus propagandas mentales y falsarias… Porque los cántabros no sabían escribir, a diferencia de otros pueblos prerromanos que sí sabían hacerlo y en su propio alfabeto prerromano.

Cualquier provincia de España podría asignarse esa antigüedad encantadora y atractiva, o mayor incluso si le peta, con tal de decidir aplicarse el nombre del pueblo prerromano que hubiera habitado en esas tierras, aunque no haya otra coincidencia con sus actuales moradores.

Y si, como decimos, es capaz de asumir que ni el territorio aquel coincidirá con el de la provincia actual que hiciere tal cosa, ni todos los demás indicadores étnicos, lingüísticos o raciales… Ganas injustificadas de cambiarse el nombre, y enredar y liarse con la Prehistoria para parecer más arrebatadoramente antiguos.

Posiblemente, el PNV que de hacerse los viejos –sin serlo- sabe un rato largo les sopló al oído a los primeros cantabristas de su apetecido protectorado político cómo podían darse una pátina de encanto viejo cautivador, y así empezaron algunos santanderinos a quedar cautivados y cautivos de las fabulaciones y mentiras falseadas por los ideólogos bilbaínos.

Pero resulta que, para lustre y barniz de apariencia arcaica… ¡5.000 años es poco!, ayer por la tarde en términos prehistóricos.

Con mayores motivos podían decir los carpetanos de la Alcarria de Guadalajara, desde los bosques de Riba de Saelices que ellos en la Cueva de los Casares ya pintaban y grababan las paredes de sus casas hace… ¡25.000 años!

La decapitación de Castilla, también por el norte: Santander y Logroño

Juan Pablo Mañueco

Extraído del libro «Castilla entre el XX y XXI, Historia y Memoria», de Juan Pablo Mañueco

Imagen de la entrada: fotografía del Puerto y Castillo de Santander en el año 1867 ( J. Laurent )

Santander y Logroño, provincias creadas también deprisa y corriendo en el XIX sobre territorios castellanos esenciales.

SABEMOS YA QUE POR decisión vertical, apresurada y sin conocimiento de la geografía ni la historia por parte del poder –del ya citado Javier de Burgos, 1833- se desgajó de las prexistentes provincias de Burgos, Toro/Palencia y Soria las nuevas provincias de Santander y Logroño –aunque manteniéndose dentro de la región de Castilla la Vieja-, cuna territorial de Castilla la primera y registro primerizo o muy inicial de su idioma escrito, la segunda, así como patria chica del primer poeta castellano de nombre conocido y calidad reconocible: Gonzalo de Berceo.

Burgos, hasta entonces –siglo XIX-, limitaba con mar, era provincia costera. Y la de Soria era hasta esa fecha limítrofe con Navarra, como también lo hacía la provincia de Burgos.

La Provincia de Burgos antes del año 1833

“La” Montaña (de Burgos o de Castilla, por antonomasia) y “La” Rioja llevaban y llevan también el indicador comarcal o determinante que el idioma de Castilla reserva a las partes que se integran en entidades mayores y superiores a esas comarcas.

El verticalismo autocrático, caprichoso y elitista del poder fue el mismo durante la Transición de los años finales de los 70 y los años 80. Sólo se usó un ceremonial aparente más para fingir que las cosas ya no se hacían de arriba abajo, como en realidad sí seguía siendo. Aunque eso sí, una tendencia se mantuvo en ambos siglos: ir desmantelando Castilla, cuanto más, mejor… ¿para quién?

Con otras dos particularidades en el caso de estas provincias que ahora tratamos: una, la presión política ejercida en el sentido de desgajar Castilla por los nacionalistas periféricos en Madrid sobre los partidos nacionales.

Y dos, la financiación económica directa por parte del expansionismo vasco (bancos y partidos) a los grupúsculos que fomentaran la quiebra de Castilla la Vieja, en las tierras próximas a su territorio. Tanta crema dineraria cuanta hiciera falta, hasta que los grupúsculos se convirtieran en grupos bien alimentados financieramente.

El PNV está detrás de este proceso de crear y fomentar núcleos y asociaciones separatistas a Castilla en estas provincias, con el objeto de crearse un territorio siervo alrededor de Vascongadas, al que poder anexionar quizá un día y al que, de momento, poder dominar mentalmente para irle quitando las huellas culturales de Castilla que puedan quitársele.

Sí. El vasquismo de una Vasconia superpoblada por Franco, pero de muy pequeño tamaño, vio la necesidad de tener unos “protectorados” en los bordes de sus fronteras, donde, entre otras cosas, poder construirse sus segundas residencias: Santander, Logroño e incluso Miranda de Ebro y la comarca de las merindades burgalesas, cumplirían esa misión de área de influencia y, si se podía, de protectorado político.

La financiación bancaria de entidades vascas y directamente del PNV de asociaciones cantabristas, luego aglutinadas en torno al Partido Regionalista de Cantabria es uno de los ejemplos de lo que decimos. Los delirios celtistas prehistóricos que después han desarrollado los cantabristas, otro ejemplo de los delirios de antigüedad propio de los vasquistas, su modelo.

“5.000 años de Historia” fue uno de los lemas masivamente machacado sobre la población… Lástima que la Historia llegara al norte de Burgos, norte de Palencia, parte de Santander, etc., o sea, a “Cantabria” de la mano de los romanos, porque aquellos pueblos prerromanos no había desarrollado escritura propia, como sí tenían su propio alfabeto y escritura pueblos celtíberos de Soria o de Guadalajara o de la futura Castilla la Nueva, ya históricos por sí mismos.

Esta influencia del PNV y de la izquierda vasca se produjo también en todo el noreste de Burgos, Miranda de Ebro y las Meridandes incluidas. Pintadas vasquistas –“Miranda Araba da”, “Miranda Álava es”- llenaron de repente las paredes de las calles mirandesas.

La prensa vasca y las radios y la televisión oficiales vascas, cuando las hubo, arreciaron su campaña de idealización de lo vascongado y menoscabo de lo castellano.

Asimismo, los apoyos políticos llegados desde Madrid hacia el vasquismo, producto de pactos parlamentarios poco confesables, sirvieron para que el alicaído, depauperado y pobre castellanismo tuviera que ver progresar a los crematísticamente más fuertes movimientos de secesión de Santander, Miranda –éste, fue contenido- y Logroño respecto a Castilla la Vieja.

Logroño, sin “preautonomía”

EXPONDRÉ ALGUNOS BREVES DATOS sobre el caso autonómico de la provincia de Logroño, cuya aparición en escena fue tan excéntrica como todo lo que se estaba haciendo con Castilla, tanto la Vieja como la Nueva.

Desde luego, la provincia de Logroño accedió a la autonomía sin tener antes ningún ente preautonómico: no había autonomía previa en la que basarse.

Enrique (Tierno Galván), despierta, hay que votar a favor la autonomía de la Rioja”. “¿De verdad?”

ENRIQUE TIERNO GALVÁN, JUNTO a José Bono Martínez, militaba al principio de la Transición en un PSP que veía con buenos ojos el castellanismo y que defendió cuanto pudo la inclusión de Madrid en Castilla la Nueva.

Luego -cuando el PSP se integró en el PSOE (1978), por deudas insalvables, excepto para un partido bien mullido y esponjado en este sentido-, prefirió arrellanarse en la comodidad de dejarse llevar hacia el éxito electoral por un partido mejor relacionado y más potente en lo económico que el suyo de origen. A partir de entonces, Tierno haría lo que le mandara el PSOE-PSC, que para eso eran los dueños de los cuartos, guita o plata.

Mapa de las divisiones de España en intendencias o provincias del siglo XVIII

No obstante, declarativamente siguió manifestando su afecto por Castilla y, de hecho, Tierno Galván, obtuvo el reconocimiento del Premio Castilla y León de las Ciencias Sociales y Humanidades, y vivió con enorme pesar los movimientos de desmantelamiento de Castilla que le tocó vivir.

Cuando el 9 de junio de 1982 llegó el momento de que se votara el Estatuto de Autonomía de La Rioja, Tierno Galván era un diputado en el Congreso que dormitaba en su escaño sosegadamente, cuando un compañero le dijo:

-Enrique, despierta, que tenemos que votar afirmativamente el Estatuto de Autonomía de La Rioja.

A lo que respondió irónicamente el alcalde de Madrid, abriendo ligeramente uno de los ojos y mirando de soslayo a su interlocutor:

-¿De verdad?

Se comenta solo…

Pero lo hizo… Votar en el sentido que se le exigía e imponía. El verticalismo partitocrático empodera mucho al de la cúspide y puede arrastrar contra el fracaso o el triunfo a quien se le ponga por delante.

La provincia de Logroño había sido creada, como ya se ha dicho, a partir de las provincias de Burgos y de Soria. Ahora por acuerdos secretos de la clase política, dictados desde quién sabe dónde, era creada región autónoma.

Esperemos que si alguna vez hubiera una España federal, no surja -con estos precedentes- el Estadito Federal de “La” Rioja. No pareció muy seria una región que, como se ha dicho antes, ni siquiera tuvo preautonomía –nunca había sido nada, ¿cómo iba a ser “preautónoma”?-.

Y más bien la poco poblada provincia de Logroño era apetecida para su atracción por las fuerzas operantes en La Rioja alavesa y el resto de la autonomía vasca. Como posible terreno de expansión.

De forma que si esta comarca, La Rioja, llegase tan por la puerta falsa a la condición de Estado federado en una hipotética futura España federal, ello le facultaría a hacer lo mismo y a pedir lo mismo a todas las comarcas de España…

Incluido al Estadito federable de la comarca de “Los” Cameros, no menos respetable que el de la semicomarca logroñesa (ni comarca entera es: la entera era la provincia de Logroño) de “La” Rioja.

Y los dos centenares o más de comarcas de España podrían pedir su acceso a la condición de Estaditos federados, por pura justicia distributiva con ¿la Jara, la Sagra, la Tierra de Barros, el Campo de Gibraltar… Estados?

Ojo con las tropelías, desmanes y atropellos que se han hecho con Castilla, si se le hicieran tales disparates a España, España no lo resistiría… Pero Castilla, pese a tanto descaro e insolencia como ha sufrido, constituye una cultura y una historia tan compacta… que resiste en estos dos aspectos.

Más desafueros políticos, tendentes a romperla y a desestructurarla, convendría que no se le hicieran a Castilla, ciertamente. Por algún resto de justicia que quede entre la clase política de toda España, incluida la castellana.

Los folklóricos castellano-logroñeses de paisano, militarizados a la vasco-navarra para hacerse “riojanos”

HOY LA PRESIÓN DE lo vasco-navarro se ha acentuado sobre la Rioja, incluso en el folklore que era claramente castellano en los años 80, con algunas zonas de transición hacia lo navarro. En la actualidad es casi al contrario, los restos de transición son hacia lo castellano desde lo vasco-navarro, aunque el idioma sigue siendo el de Castilla, obviamente.

En 1982 la mayoría de los gaiteros-dulzaineros de la provincia de Logroño tocaban instrumentos hechos en Burgos, gaitas-dulzainas con llaves. Y el repertorio y la indumentaria de los grupos folklóricos eran igualmente muy similares a los de Burgos.

Virgen de Valvanera, patrona de la Rioja y los Cameros. Obsérvese la peana medieval en la que figuran castillos y leones.

Ahora las instituciones riojanas, que deben justificar su existencia, llevan cuarenta años extirpando todo lo que suene a castellano, y como el vacío en estas cuestiones no puede existir, han basculado hacia lo navarro en instrumentos, repertorio e indumentaria.

Esto es, los folkloristas riojanos han adoptado la gaita-dulzaina navarra o vasca –sin llaves– y van perfectamente uniformados como carlistas, en cuanto a su boina y traje. Ya se sabe lo que a los vascos y a los navarros les gustan los uniformes, bueno pues ahora también a los folkloristas riojanos.

El Gobierno riojano, y las presiones de los Gobiernos vasco y navarro sabrán para qué quieren a los folklóricos riojanos militarizados, que hasta los años 80 eran y vestían como muy pacíficos paisanos castellanos.

Y ante los ricos Gobiernos de Navarra y Vascongadas, ¿qué puede ofrecer una región semivacía y destruida como es la Taifa del Duero y algo, sólo ya algo, también del Ebro?

En definitiva, que en La Rioja de hoy si te presentas de folklórico vestido de paisano con dulzaina de llaves burgalesa y logroñesa de las de toda la vida, no te comes un colín oficial del Gobierno riojano, ni puedes aspirar a que te lleven a una muestra folklórica en las regiones colindantes.

En cambio, si te disfrazas con un uniforme militar y le quitas las llaves a tu dulzaina burgaleso-logroñesa para que ya sea navarra, ya eres “auténtico” y puedes desfilar con todos los parabienes oficiales hasta conquistar todo el campo de subvenciones que se te abra…

Ya has abjurado y pronunciado el “vade retro, Castilla”, requerido en ¿estos?, ¿en todos los tiempos del siglo XX y XXI?, para ser promocionado en ¿estas?, ¿en todas las cinco taifas castellanas y sus territorios aledaños…?

Lo dicho en el aspecto musical y folklórico sobre la Rioja es aplicable también al caso de Cantabria: abjurar de la endemoniada Castilla, también sale a cuenta y es gubernativamente muy rentable.

Santander: otra provincia que no tuvo “pre-autonomía”. No era región previa, sino provincia apresurada de 1833, extraída de las de Burgos y Toro/Palencia.

EN EL CASO DE la provincia de Santander, existente desde 1833 hasta 1982, hay que decir que resulta innecesario en esta ocasión establecer la lista de vaivenes caprichosos de municipios que entraron o salieron de ella, a raíz de las prisas y las ocurrencias del secretario de Estado de Fomento, Javier de Burgos, durante la minoría de Isabel II.

Toda la creación de la provincia y el establecimiento de sus límites fueron capricho y mandato del poder central, como también ocurrió en el caso de la provincia de Logroño

En efecto. La provincia de Santander entera es una creación innovadora y un antojo arbitrario de los despachos sitos en Madrid, por merma de las provincia de Burgos y de Palencia-Toro, donde hasta ese momento las tierras de la nueva provincia se hallaban contenidas.

En Burgos, que llegaba hasta el mar, e incluso partes del sur de la provincia de Santander del XIX provenían de la provincia de Toro, la cual era discontinua, teniendo porciones de su territorio repartido entre las de Valladolid, Palencia y Burgos.

Más arriba aun se encontraba el fragmento de la provincia toresana, la de Reinosa, que a principios del XIX se hizo “santanderina”, por Real Decreto.

Las partes hoy santanderinas, ayer toresanas, a las que nos estamos refiriendo son las que constituían el Partido de Reinosa, formado por la Hermandad de Campoo de Enmedio, la Hermandad de Campoo de Suso, la Hermandad de Campoo de Yuso, el Concejo mayor de Valdearroyo, la Hermandad de Val de Olea, el Concejo de las Quintanillas, la Hermandad de Cincovillas, la Hermandad de Carabeos, la Hermandad de Val de Prado y el Valle de Valderredible

Al menos el velocísimo divisor burocrático de España en provincias, tuvo el detalle de acordarse de la historia castellana de la provincia de Santander e igual que la provincia de Burgos de la que salía… mantuvo a las dos en la región de Castilla la Vieja.

A la provincia de Toro, por el contrario, se la finiquitó para siempre, siendo Toro la única ciudad con voto en las Cortes de Castilla que hoy no es capital de provincia.

La mala imagen de Castilla, los «Hombres de Musgo», el caso de León

Juan Pablo Mañueco

Extraído del libro «Castilla entre el XX y XXI, Historia y Memoria», de Juan Pablo Mañueco

Imagen de la entrada: bosques del entorno del Monasterio de Nuestra Señora de Valvanera, patrona de la Rioja y los Cameros

La mala imagen de Castilla desde antes de 1898 y sobre todo, después

AL CONVITE DE LAS autonomías durante la Transición había un pueblo que no iba a ser invitado: el pueblo castellano. Desde el 98 y antes, desde mediados y finales del siglo XIX, se había empezado a establecer la conexión y asimilación de conceptos hechos idénticos entre España y no ya la Corona de Castilla –extinta entre el XVIII y primeras décadas del XIX- sino con el concepto de “Castilla”.

Todo lo que quedara bajo el contenido que se asignara a esta palabra no existía en sí mismo, sino que era “España”, solamente, exclusivamente, sin matices, sin vida propia.

El error es tan grave que impide ver a Castilla, pero también impide ver a España. Recordemos lo que ya hemos dicho en otro punto de este libro: quien identifica a Castilla con España, conseguirá que España se identifique con Castilla… Y sólo con ella. Probablemente, cuando ya esté enteramente vaciada, siendo un cascarón estrujado, como probablemente ya es ahora.

Comento esto porque se da otra curiosa paradoja en España: todo aquel territorio que quiera ser en sí… ha de salirse de Castilla, según esta concepción ideológica. Y lo que queda dentro del concepto “Castilla” no es nada en sí mismo, sino que es España.

Mediados y fines del XIX, como decimos, con poca brillantez literaria y Generación del 98, con calidad muy alta, son la fuente, el nacimiento y desarrollo de esta idea que envenena a quien la acepta: no podrá ver a Castilla, en su riqueza, si es educado en ella y no podrá ver la restante riqueza de España.

Porque además la Castilla que aporta este ideología, como un imaginario deseando encontrar una mente y una zona única donde plasmarse, es la únicamente mesetaria, plana, desarbolada, sin regatos ni arboledas, parda…

Todo lo que no sea esto, tampoco es Castilla, aunque estemos hablando de las montañosísimas, forestales y verdes provincias de Avila/Gredos, Sistema Central/Segovia, de Guadalajara/Sierra, Alcarria, Alto Tajo o Cuenca y su Serranía…

O del Sistema Ibérico soriano o de los Picos de Urbión donde nace del Duero o de los bosques serranos de Soria y Burgos, una extensión forestal continua de montes comunales, o del verdor de los Montes Obarenses, o del norte verdoso de las Merindades de Burgos, entre Villarcayo, Espinosa de los Monteros, y el Valle de Mena, cuyos verdes ríos ya van hacia el Cantábrico, y se respira el aire de mar, porque se encuentra ya a sólo veinticinco kilómetros del mar Cantábrico

Todo esto y lo que sea como esto hay que desecharlo mentalmente de lo castellano: es la adulteración y el emponzoñamiento de lo castellano que debemos a los tiempos citados y que todavía intoxica nuestra percepción de Castilla.

De manera que si decimos que Castilla se fundó en Bardulia o Vardulia, cuando en la tierra montañosa de los Várdulos se erigieron fortalezas defensivas para proteger los desfiladeros por los que había que taponar las incursiones musulmanes sólo estaríamos diciendo la verdad.

Condado de Castilla (711 al siglo X), desde el mar originario a la tierra adentro, no al contrario.

Y si añadimos que tales construcciones las levantaron los habitantes del norte: los várdulos de Castro Urdiales (Castro de los várdulos), Santoña y Laredo, para protegerse –ellos principalmente- de los posible amenazas que llegaran del sur pues estaríamos añadiendo más leña al fuego de la verdad.

Y podríamos resumir la luz de la verdad afirmando que Castilla nació en la Bardulia del mar contra las incursiones de los musulmanes de la meseta. Exactamente lo contrario de lo que hoy nos obliga a pensar el tópico de Maeztu y del 98 sobre la Castilla llana y mesetaria.

Pero también este dato y este mapa de arriba debe ser excluido en nuestros días de nuestro pensar sobre lo castellano, porque se trata hoy de que los castellanos no veamos nuestra realidad…

Final de la exposición de Béjar (Salamanca) y los “Hombres de Musgo” de Ávila

DE MONTE EN MONTE, llegamos al tema que habíamos dejado pendiente sobre Béjar y su sierra, recuperada por las milicias concejiles de Ávila, aunque hoy incluida en Salamanca.

Se remonta a esta fecha del rey Alfonso VIII (1208), la tradicional leyenda de los “Hombres de Musgo”, según la cual los abulenses se recubrieron con el musgo de la zona para, por la noche, avanzar hasta las murallas de la fortaleza musulmana de Béjar, apostándose cerca de las puertas. Cuando esto sucedió, los abulenses penetraron en el recinto hasta conseguir adueñarse de la plaza.

La Sierra de Béjar fue entonces frontera castellana ante tierras musulmanes y también frontera defensiva ante el reino de León, incluida dentro del enorme Concejo de Ávila.

Posteriormente, fue segregada de Ávila, para constituir su propia Comunidad de Villa y Tierra castellana, con su particular organización y fuero peculiar, una de las más pequeñas de Castilla, pero no menos digna de recuerdo que otras.

Y finalmente Béjar y su sierra fue incluida en la región leonesa, a la que en modo alguno pertenecía por historia.

Las fronteras entre todas estas provincias del oeste de la Cuenca del Duero occidental, a causa del arbitrario reparto provincial de 1833 o por unidad geográfica indivisible –Tierra de Campos– no podrá deslindarse jamás con acierto, ni aunque se pretendiera hacerlo con la mejor buena voluntad.

Lo que historia, bien antigua por cierto, la geografía y cultura han unido, engarzado está y no por capricho político.

León tan diversa en su interior provincial, con grave peligro en la provincia misma de saltar por los aires si se dejar votar a la población sobre ella.

Respecto al caso de León en la autonomía de “Castilla y León” lo he comentado abundantemente en otros libros y lugares, por lo que no lo volveré a hacer ahora.

Es un provincialismo más, que tanta eficiencia tienen en cualquier provincia castellana, por falta de siembra eficaz de la historia y características comunes que la tierras castellanas comparten. Ni los planes educativos ni los medios de comunicación ni las propagandas oficiales exponen a Castilla entera lo que la entera Castilla es.

Tan sólo resumiré que nada me agradaría más que pudiera votar directamente la población que no pudo hacerlo en su momento. Todas las provincias que no pudieron hacerlo.

Y considero que si se diera capacidad de decisión a las comarcas, mucho antes saltaría la dispar, antinatural y contradictoria provincia leonesa, dentro de sí misma –en los varios espacios contrapuestos que contiene- que no la Tierra de Campos leonesa (o zamorana) quisiera separarse de su homónima y homóloga Tierra de Campos castellana.

Unos con otros los pueblos de la plana Tierra de Campos, la unidad geográfica más clara e idéntica de España, se “ven” (incluso visualmente, dada la planicie de la comarca), se tocan, se mueven, comercian entre sí, se venden semillas y aperos de labranza o productos de ganadería.

La propia división provincial es puro artificio en esta comarca unitaria que los ojos no contemplan, hecho desde un despacho de Madrid, por quienes no conocían el terreno por el que trazaban rayas y líneas de separación.

No digamos ya si se quisiera trazar una división autonómica dentro de ella. ¿Cortar en “regiones políticas” varias lo que es una comarca sin variación alguna…? ¡Qué dislate! Terracampinamente hablando la Tierra de Campos es una, única e indiferenciable en todo ese campo de tierra: un mar de igualdad con oleaje de cereal removido por los vientos de Castilla…

Visto desde alguna de las alturas circundantes o desde algún cerro testigo que haya emergido desde la llanura cambiante de colores, según la estación del año en que nos encontremos, una palabra la define: impresionante. Imponente horizonte impactante. Vista anegada de distancia en el horizonte de lo mismo. Y el palomar circular… su símbolo inequívocamente propio, mucho más extendido que en la Mancha el molino.

Palomares en Sahagún ( León )

Por cierto, La Mancha es un prodigio de variedad paisajística, comparado con la Tierra de Campos. En esta última entidad propia, la vista ni siquiera choca contra ninguna ondulación reseñable: puro mar de tierra, si se divisa desde algún promontorio que por azar se halle.

Ítem más: si uno de sube a algún montículo aislado o si se observa la gran comarca desde el reborde de los altiplanos desde los que comienza, pretender hallar lindes “provinciales”, “regionales” o de “reinos viejos o países nominales” es tarea perdida.

El país de la Tierra de Campos es su propio “pago”, el Campo de la Tierra payesa o de Campos, extendido en cuatro provincias artificiales. El espacio natural es su propio entorno. Ella misma, dicho por enésima vez, es el Pago o País de la Tierra de Campos.

Aunque le pusieran una frontera política regional en medio, la Tierra de Campos se la saltaría a ras de tierra, como lo hace en estos momentos respecto a los ficticios lindes provinciales.

Y desde luego Béjar, cuyo caso ya se ha expuesto. O Salamanca, la capital cultural de Castilla porque así lo quiso el rey Alfonso X el Sabio en el lejano siglo XIII, junto con la otra capital cultural establecida por el rey Sabio, su ciudad natal, Toledo… darían ambas una sabia respuesta unamuniana a su vinculación con Castilla. Por abrumadora mayoría.

El leonesismo considero que tiene un feudo: la ciudad de León. Y en el fondo insisto en que es una manifestación más del provincialismo y provincianismo que afecta a todas las tierras centrales de la Península, descoyuntadas de su personalidad común misma desde hace muchos siglos al menos desde la época en que comienza a analizarlas este libro…

No creo que, espontáneamente, el leonesismo ganara extramuros de la ciudad de León y unos kilómetros alrededor en su entorno, aunque el verticalismo hace lo que quiere e impone a sus bases lo que quieran sus líderes y a las masas lo que se les adoctrina desde las campañas de propaganda: lo estamos viendo en este libro.

Por lo tanto, si los partidos verticales quieren, todo puede pasar. Y hay algunos, de una tendencia determinada, a los que la simple palabra “Castilla” les aterra, por lo mucho que la desconocen.

En efecto, cierta partitocracia tiene encono contra Castilla, la odia ferozmente. E incluso un partido de relevancia, el PSOE, ya hemos dicho que es sucursal en el resto de España de la voluntad autonómica del PSC… de forma que nunca se sabe lo que puede ordenar el PSC a sus dependientes del PSOE sobre el caso de León: lo que a ellos les convenga, desde luego.

Luego… pudiera orquestarse en León ciudad o provincia una campaña contra Castilla bien financiada de medios, como ya se ha hecho en otras provincias y sigue haciéndose en otros “lugares de cuyo nombre no quiero acordarme”, pero que son los que esta frase insinúa.

Contra Castilla cualquier cosa opuesta a ella puede esperarse por parte de la oligocracia política dirigente, llevamos casi dos siglos de defenestración de esta región y Estado histórico. Y si no ha caído ya a tierra es por su formidable cultura, que puede ser herida y deformada -y ambas cosas lo está siendo grandemente-, pero no puede ser muerta y menos ser sepultada.

Despiezando Castilla desde el siglo XIX, pero al mismo tiempo -por mezcla de tierras al trazar las provincias- los antiguos reinos de Castilla y León ya imposibles de deslindar por provincias

Juan Pablo Mañueco

Extraído del libro «Castilla entre el XX y XXI, Historia y Memoria», de Juan Pablo Mañueco

Imagen de la entrada: Pendón original de la ciudad de Requena

Un ejemplo del trasiego de municipios a capricho, en 1833: el caso de la provincia de Ávila, trueques con todas las provincias circundantes, lo que convertía en antihistórica cualquier partición de las Castillas posteriormente

EL REAL DECRETO DEL 30 de noviembre de 1833 por el que se establecían las regiones y las provincias integrantes de cada región, fue redactado deprisa y corriendo, a los dos meses de la muerte de Fernando VII (septiembre de 1833).

Y sólo tardó un mes el granadino Javier de Burgos, desde que recibió del Gobierno el encargo de realizar cuanto antes la nueva división departamental de España, el 21 de octubre de 1833.

Javier de Burgos creó unas provincias artificiales, donde se repartían territorios de las antiguas provincias entre otras, casi a voleo, y a la vez las anteriores provincias recibían también zonas de provincias contiguas, sin muchos miramientos.

Pero tal división ha hecho fortuna, por un motivo: el sistema liberal lo había decretado así e ir contra el nuevo mapa provincial era ir contra el sistema liberal.

La continua satanización para que todo lo que hace un régimen acalle críticas. Quien nos critica en algo es un nostálgico del sistema anterior. La argucia sigue funcionando y evita comprobar si efectivamente un gobierno de ha equivocado al hacer algo.

Esta forma de mordaza se aplicó a los nuevos límites provinciales.

Tal distribución se mantiene en lo esencial hasta nuestros días, salvo otro hachazo posterior que sufrió la provincia de Cuenca en 1851, por el que la comarca de Requena-Utiel pasaba desde Cuenca a ser adscrita a Valencia, en donde sigue a fecha de hoy esta tierra castellana.

En noviembre de 1833, como decimos, el Secretario de Estado de Fomento durante el breve gobierno de Francisco Cea Bermúdez, Francisco Javier de Burgos y del Olmo (1778-1848), recibió el encargo de dividir en provincias España, de una forma distinta a las antiguas intendencias del XVIII, y en solo un mes de tiempo –celeridad que le llevó a incluir municipios en una u otra provincia, sin mucho sustento-, impulsó una famosa circular que suponía la creación de un Estado centralizado dividido en 49 provincias y 15 regiones.

En ese modelo territorial, la región de Castilla la Vieja quedaba integrada por ocho provincias: Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia, Ávila, Valladolid y Palencia. (NOTA: Santander y Logroño, son dos provincias que aparecían por primera vez, dentro de Castilla la Vieja naturalmente y con territorio proveniente de las provincias de Burgos, Toro/Palencia y Soria)

La región de León (se mantenían denominaciones del Antiguo Régimen, aunque se quería establecer una división válida para el Nuevo), por las provincias de León, Zamora y Salamanca.

Y la región de Castilla la Nueva la conformaban Madrid, Toledo, Ciudad Real, Toledo y Guadalajara.

Aunque en Castilla la Nueva habían aparecido municipios que antes eran de Castilla la Vieja, y en la región leonesa se habían anexionado términos municipales de Castilla la Vieja, y a la inversa.

Cada provincia era un conglomerado de tierras que llegaban de aquí, de acá o de acullá, por lo que establecer los linderos previos entre los viejos reinos de Castilla y de León, era y es una tarea poco menos que imposible.

Y sin el “poco menos” porque el desplazamiento y reubicación de territorios se había producido muchas otras veces, desde el siglo XIII en que ambos reinos se reunificaron por última vez.

El baile de términos municipales era tal que, por ejemplo, la provincia de Ávila sufría modificaciones en sus límites, segregando 56 pueblos que pasaron a formar parte de provincias limítrofes, y agregando otros 137 provenientes de éstas.

Juan Martín Carramolino, en su obra “Historia de Ávila, su Provincia y Obispado” (1872), detalla el listado de los pueblos que dejaron de pertenecer a la provincia abulense en 1833, así como aquellos otros que fueron añadidos a ella en ese momento.

Respecto a las 56 localidades que quedaron fuera de los nuevos límites de la provincia de Ávila en aplicación de la división territorial de Javier de Burgos, la mayoría de ellos fueron incorporados a la provincia de Toledo, como Almendral, Oropesa, Lagartera o Navamorcuende.

Otros se integraron en Cáceres, como Bohonal o Talavera la Vieja.

Otros en la de Madrid, como Pelayos o Valdemaqueda

O bien en la de Salamanca, como Bercimuelle, Peñaranda de Bracamonte, Puente del Congosto, Cantaracillo, Cespedosa o Armenteros.

En Segovia, como Tolocirio, Martín Muñoz de la Dehesa, Montuenga o Rapariegos;

Y en Valladolid, como Muriel, Honquilana o Fuente el Sol.

Los 137 municipios agregados a la provincia de Ávila provenían, mayoritariamente, de la antigua provincia de Salamanca, como Aldeanueva de Santa Cruz, La Aldehuela, El Barco de Ávila, Becedas, Bohoyo, Hoyos del Espino, Navacepeda de Tormes, Piedrahita o Santa María del Berrocal.

El resto pertenecían anteriormente a dos provincias: Segovia, como Maello, Blascoeles, Aldeavieja o Peguerinos; y Toledo, como Guisando, El Hornillo, Poyales del Hoyo o Navahondilla.

Castilla la Vieja y León, indivisibles por lo expuesto en el apartado anterior. Quien tire de una provincia castellana, se lleva tierra leonesa; quien tire de una provincia leonesa, se lleva tierra castellana.

CASTILLA LA VIEJA Y LEÓN ya estaban muy mezcladas, como queda dicho, desde antes y, más aún, después del Real Decreto de 1833, que unía, separaba e intercambiaba pueblos entre Avila y Salamanca, Valladolid y Zamora y Palencia y León, como hacia entre todas las provincias de España.

No es posible deslindarlas, porque sería preciso reintegrar pueblos a otras provincias de donde vinieron y dividir comarcas tan iguales que cualquier división que se hiciera con ellas resultaría tan artificial como la actual que separa tierras tan semejantes en provincias diferenciadas.

Ibídem. Quien tiró de las provincias de Santander y de Logroño, se llevó tierra castellana (toda de la que tiró)

DESDE LUEGO, SÍ CONVIENE apuntar después de lo dicho, que no es que haya mezclas e intercambios provinciales en el caso de dos de las más históricas tierras de Castilla, creadas como provincias en 1833.

Todo en las provincias de Santander y de Logroño es tierra histórica castellana, arrancada a la provincia de Burgos, sobre todo, y a la de Palencia-Toro, en el caso de la entonces neonata provincia de Santander, y a la de Burgos y Soria, en la nueva provincia de Logroño.

El granadino Javier de Burgos duró dos meses en su cargo, de secretario de Fomento del primer Gobierno de la niña Isabel II, pero desde luego a la provincia de Burgos –pese a figurar en su apellido- debía de tenerle algún tipo de ojeriza, porque lo que hizo con esta provincia es digno de asombro y de sorpresa.

Sólo el hecho de que se iniciaba entonces el Régimen liberal, como hemos dicho, y que todos los liberales cerraron filas ante la nueva división territorial, por descabellada que fuera, explica que se haya mantenido hasta nuestros días semejante mezcolanza.

Rectificar algo de lo decretado por Javier de Burgos significaba admitir que el liberalismo podía cometer errores, cosa inadecuada, evidentemente, aunque la división provincial de Javier de Burgos esté llena de ellos.

Béjar (Salamanca), parte de Ávila, desde su reconquista

INCLUSIVE UNA DE LA ZONAS y ciudades más “salmantinas” que cabe imaginar es la industriosa, montaraz y turística ciudad de Béjar y su comarca, la Sierra de Béjar, sede de una importante industria textil, lanera y sedera durante los siglos de la Edad Moderna.

Pues tan “salmantina” Béjar –no lo dudo, y por muchos años- fue reconquistada por las milicias concejiles de Ávila, por iniciativa del rey Alfonso VIII, pero sin contar con el apoyo de nadie más, ni siquiera del rey castellano. La toma de estas tierras fue por cuenta de Ávila, en cuya comunidad se integraron hasta que formó “Comunidad de Villa y Tierra” bejarana propia, dentro de Castilla, y muy vinculada con la de Ávila.

Sólo los corrimientos políticos de lindes provinciales posteriores dieron con Béjar en Salamanca.

La cuestión de Béjar la trataremos inmediatamente, por lo que ahora se deja en lo que se ha expuesto.

La Transición del XX deshace de un plumazo la obra de siglos de historia, simbolizada en Fernando III

FERNANDO III (PROVINCIA DE Zamora, 1199, nacido en pleno campo, debajo de una encina, mientras la corte castellana itineraba de uno a otro lugar del reino, según su costumbre-Sevilla, 1252) había tardado más en construir Castilla de lo que tardó la Transición de finales del siglo XX en deshacerla, de unos rápidos plumazos.

Fernando el Santo, fue rey de Castilla en 1217, comprendiendo su reino castellano desde el mar de Santander hasta el sur de Ciudad Real.

Y trece años después fue el unificador definitivo de Castilla y León, en 1230. Mediante el único caso de unión pacífica y por acuerdo de ambas partes de dos reinos en toda la Historia de España.

Para ambos reinos reunificados y como expresión vexilológica de todo el territorio (hasta Ciudad Real, incluido, por tanto) creó el estandarte cuartelado de la Corona de Castilla, dando una solución estética tan hermosa (cuatro cuarteles entrelazados dos a dos) que sería posteriormente imitado en toda Europa.

Asimismo, llevado de su impulso creador y no destructor de lo castellano, construyó en los astilleros de los puertos norteños de Castilla la Marina de Guerra castellana (para la reconquista de la taifa marítima de Sevilla, con Cádiz y Huelva incluidas), que luego durante cinco siglos, desde el XIII hasta el XVIII dominaría todos los mares y océanos del mundo.

Escudo vigente de Santoña, uno de los puertos castellanos del norte, que participó en la toma de Sevilla, escena que se aprecia en la parte inferior donde un barco castellano llega a la altura de cadena que unía la Torre del Oro con Triana.

Dispuso que el castellano sustituyese al latín en los documentos de la Corte y en este idioma signó numerosos Fueros a los territorios de sus reinos, que en muchas cosas siguen dando lecciones de jurispericia a los actuales Estados de Derecho, pero esta es otra cuestión que nos apartaría de nuestro objetivo.

El listado de malos gobernantes de Castilla, sin embargo, no puedo darlo, por falta de espacio… E incluso sería difícil hallar el más adecuado para ocupar la primacía en este último apartado porque hay apelotonamiento y concurrencia para este diploma o credencial de la negatividad contra Castilla.

Incluso sería misión ardua si sólo nos fijáramos en los tiempos preautonómicos y autonómicos de los que estamos hablando, puesto que en estos tiempos recientes también hay piña, acopio, masa y turba de dirigentes que podrían optar al título.

Rodolfo Martín Villa, el arráez de la UCD, y el despiece de Castilla

Juan Pablo Mañueco

Extraído del libro «Castilla entre el XX y XXI, Historia y Memoria», de Juan Pablo Mañueco

Martín Villa, el arráez de los remeros de UCD y delegado en este partido de los intereses de los nacionalistas, completó también sus órdenes de mando, dividiendo las dos Castillas en general y Santander y Logroño en particular

PERO LA QUIEBRA, DECAPITACIÓN, TRINCHE y menudeo de Castilla a finales de los setenta y primeros ochenta, no se debió sólo a las ansias culinarias de convertir a Castilla en una casquería de la Historia del PSOE, que también, sino que participó igualmente la UCD.

En efecto, la UCD fue colaborador imprescindible en esta furia por abrir en canal la tierra castellana y sacar vísceras y despojos a la pública almoneda de quien quisiera pujar y hacerse cargo del mondongo y embutido de su matanza.

Es decir, Adolfo Suárez González y su necesidades funámbulas de efectuar equilibrios políticos y recabar apoyos de los grupos parlamentarios nacionalistas que fueran para mantenerse sobre la cuerda floja de sus Gobiernos inestables.

El arráez del abulense Suárez fue el leonés Rodolfo Martín Villa , ministro de Administración Territorial entre 1980 y 1981 y vicepresidente del Gobierno de España entre 1981 y 1982.

Es decir, en los momentos finales del “¡arre, burro!” o “¡rema, remero!” –dicho también sin acidez- que había que ordenar a los galeotes con cargo en el Parlamento, para que llevaran la galera del Estado a las conveniencias pactadas por sus mandos imperativos.

No pude vivir de primera mano las maniobras orquestales en la oscuridad de sus restaurantes, grutas, castillos congresuales o despachos solitarios donde se propagaron las consignas oportunas para que todo transcurriese de la manera perpendicular propia de todas las dictaduras de partido –lo son dentro de sí mismos: lo digo con enorme estima, porque sin ellos las cosas irían peor-, pero que se propagaron de esta manera, es fácilmente deducible.

De hecho, el propio Martín Villa ha reconocido en entrevistas en prensa que él forzó las máquinas de remar (los mecanismos de partido, prefiere decir él) y los decretos gubernativos para que Segovia quedase incluida por ordeno y mando en la autonomía de Castilla (la Vieja, hay que aclarar) y León.

Y lo justifica con la sibilina y sinuosa forma de hablar que le caracterizó durante su vida política diciendo que “siempre pensé que había que crear una meseta fuerte frente al nacionalismo catalán…”

Sorprendente político este Martín Villa (a quien recuerdo con ternura, siempre subido a su coche oficial, desde los inicios de la automoción). Pero semejante declaración me produce doble signo de asombro: ¡!¡!

1/ ¿“Meseta” (la parte por el todo)? Don Rodolfo había leído a Ramiro de Maeztu o le habían llegado ecos de él a través de su éxito y numerosos propaladores –ya en prensa, opiniones, dibujos…- de su pensamiento errado.

O bien había leído o prestado atención a los ecos de los que originariamente acuñaron esta expresión despreciativa y esta visión simplista durante el XIX, los pre-nacionalistas catalanes frente a quienes dice oponerse, pero cuyas tergiversaciones tiene incluso dentro de su cerebro.

No, la región más extensa de España, que lo es incluso sólo Castilla (la Vieja) y León, tiene más montañas que ninguna otra, más territorio de enlace mediante suaves pendientes que ninguna otra y más llanura que ninguna otra.

Pero resumirlo todo ello en “meseta”… Rodolfo Martín Villa estaba desorientado por la reducción a lo feo contra Castilla de aquellos ante quienes dice situarse enfrente. Y, por cierto, sigue siendo costumbre de quienes más aborrecen a Castilla, identificarla y llamarla “meseta” y a sus habitantes “mesetarios”. Mal comienza su frase, afable señor mano derecha de Suárez.

2/ ¿“Meseta fuerte” y eliminó su partido y el PSOE de entre las provincias castellanas a Santander y a Logroño para debilitar a Castilla y satisfacer así a los nacionalistas catalanes y vascos?

3/ ¿“Meseta fuerte”, y había sido vaciada y estrujada de población y riqueza durante el Régimen de Franco, ya con Martín Villa montado blandamente en el coche oficial del poder, durante la peor época que habían conocido estas tierras castellanas en toda su Historia, los años sesenta, sin que la Transición hiciera nada por remediar su situación, sino sólo por, además, podarla?

4/ “¿Meseta fuerte” y olvida que, aun aceptando tal terminología anticastellana, la “meseta” es una submeseta y que la más fuerte, poblada y potente en lo económico y lo cultural siempre ha sido la submeseta sur?

No, no buscaba la fortaleza de Castilla el suave y afable Martín Villa, sino que, como buen arráez de quien se lo mandara a él, ordenó separar la Castilla del norte y la Castilla del sur (que es lo que no quería Segovia). Y ordenó seguirlas separando luego en más porciones.

5/ “¿Frente al nacionalismo catalán”, cuando se plegaron a todas sus exigencias, incluida la de dejar desprotegida culturalmente a la mitad de la población de Cataluña –la castellanoparlante-, la que había sido forzada a la emigración durante el Régimen de Franco y ahora empezaría a ser represaliada también en su cultura y personalidad propia por el nacionalismo catalán?

No se pueden decir más errores o más falacias en una frase que la utilizada por Martín Villa para justificar la devastación de Castilla que impuso a sus remeros subordinados.

El despiece de Castilla convenía a UCD y PSOE, para recabar los apoyos nacionalistas que necesitaban en pactos nacionales, autonómicos y locales

Y ESTOS DESLINDES NUEVOS en el ámbito de las tierras castellanas sucedieron sobre unas provincias castellanas que, en realidad, ya eran imposibles de deslindar en viejas y nuevas, en castellanas y en leonesas, en santanderinas ni en logroñesas… ¡porque ya estaban todas estas provincias castellanas entremezcladas con sus castellanas colindantes!

Propiamente hablando, en los años ochenta del siglo XX no había ni tuyo ni mío que pudiera separarse en términos castellanos.

Sólo podía separarlas el capricho verticalista y el decreto arbitrario del Gobierno.

Y esto es lo que sucedió, por eso Castilla se encuentra dividida en cinco autonomías. ¿Ventajas? Para Castilla, ninguna. Para los demás:

Una: Que eso proporcionarías muchas poltronas a la misma clase política que la estaba dividiendo.

Dos: Las autonomías nacionalistas excluyentes de los castellanoparlantes en su interior, pero necesaria para completar mayorías en el Parlamento español conseguían también quitarse de en medio a Castilla, aparte de carta blanca para llevar a cabo su política supremacista en su propio territorio, contra los castellanoparlantes o gente de segunda categoría.

Un peligroso competidor si hubiera permanecido unida, ante la cual no hubieran podido presumir de “históricas” ellas solas, las privilegiadas ininterrumpidamente desde el siglo XIX, al menos.

¡El despiece de Castilla convenía a todos, indudablemente, menos a Castilla!

De hecho, muchos de los políticos –castellanos y no- de aquella época han recibido importantes recompensas honoríficas y económicas por parte de los Gobiernos autonómicos de referencia. ¿Qué servicios les han rendido para merecerlos?

Y, desde luego, los arráeces Alfonso Guerra y Rodolfo Martín Villa, perfectamente podían haber sido designados embajadores volantes en Madrid para los asuntos contracastellanos y recibir los títulos de “vicelehendakaris” y “vicepresidents” de honor para los referidos temas, muy poco “honorables”.

Sí, la nula honorabilidad de lo perpetrado contra Castilla es la única mácula del habilidoso ardid empleado para devastarla.

La inclusión forzada de Guadalajara en «Castilla-La Mancha» ( Parte V ): Cervantes y toda la cultura castellana expulsados de Castilla

Juan Pablo Mañueco

Extraído del libro «Castilla entre el XX y XXI, Historia y Memoria», de Juan Pablo Mañueco

Cervantes, suspenso –provisionalmente- en castellanía; la región económica, inmutable.

CERVANTES QUEDÓ FUERA DE Castilla, por poco, -¡huy, raspando el travesaño, viga o larguero, pero ha salido fuera! ¡Ni han conseguido el gol de la sensatez ni puede computarse como acierto!-, puesto que, como se indica, Guadalajara capital y más su provincia está casi adyacente y pegada no ya a la provincia de Madrid –que por supuesto- sino al propio término municipal de Alcalá de Henares.

El carácter casi colindante de Guadalajara ciudad y de la ciudad de Alcalá de Henares era otro buen argumento para no haber separado lo que la Alcarria –respetabilísima comarca- ha unido desde siempre.

¿Se respeta la comarca de la Mancha y no se respeta la comarca de la Alcarria? Pero ¿qué Estado de igualdad se quería construir de esta forma?

Alcalá y Guadalajara también comparten la comarca de la Campiña del Henares, pocos casos habrá en España de dos ciudades castellanas a las que unen dos comarcas geográficas.

Y ambas ciudades comparten un Corredor económico, unas vías de comunicación, un río mayor y otros menores, entre otras vinculaciones que se pierden en la noche de los tiempos, en la Carpetania prerromana –muy célticos ellos-, y aún antes.

La ciudad de Cervantes y la ciudad del marqués de Santillana bien deberían haber hecho valer sus vínculos para seguir en la misma región, pero no lo quiso así quien decidiese.

Ahora bien, la geografía impone sus razones que no entienden los despachos políticos. Para trabajar, comerciar, relacionarse, comprar, vender y vivir, Guadalajara seguía siendo rayana de Alcalá de Henares y cercana hasta los 43 kilómetros del término municipal de Madrid.

La región económica de Guadalajara continuó siendo la misma. Y por lo que respecta a la población, en general –ampulosamente llamado el pueblo soberano-, estuvo en su papel, esto es, no gozó del “derecho a decidir” nada, aunque se había expresado por escrito y hablado bastante claramente.

Allí aprendió, quien no lo supiera ya, que en verdad el único derecho con que cuentan las bases es el derecho al pataleo, lo cual era y es un avance respecto al anterior periodo de España, ciertamente.

Queda para otro momento el día en que Cervantes recupere su castellanía, pues sin ella ni Cervantes ni Castilla pueden entenderse.

Castilla, desmembrada, y, en Pleno siguiente, Castilla rotulada en una de las principales avenidas de Guadalajara

POR LO DEMÁS, TAN a la fuerza ahorcan y tan a la obediencia premian, que si bien ese día 21 de mayo de 1981 el Pleno Municipal sancionó –por orden sobrevenida- el desarme y demolición por piezas del edificio de Castilla, algo de mala conciencia conocedora del desaguisado que se estaba haciendo quedó entre los concejales que aprobaron el mencionado acuerdo.

¿Por qué? Porque en el Pleno siguiente, a modo de disculpa, el alcalde del Consistorio guadalajareño, que acababa de votar “sí” –por imperativo superior- a la quiebra de Castilla, hizo uso de sus atribuciones exclusivas y rotuló con el nombre de Avenida de Castilla a una de las principales arterias de la ciudad, que hoy mismo sigue siendo una de las más amplias avenidas arriacenses.

Y nadie del Consistorio, ni por supuesto de la ciudad ni de los poderes que circundan la parte superior del obelisco del mando político puso objeciones al bautismo de una calle con el nombre que la tierra que, por otro lado, acababa de ser declarada difunta.

No es lo mismo acabar con la unión de un antiguo Estado histórico que rotular una calle en una capital de provincias. Para esto último, a lo que parece, sí que hay cierta autonomía municipal, o bien no hay que comunicarlo previamente a los califas del partido.

El alcalde de entonces, como ha confesado privadamente a quien ha podido escuchárselo, “tenía que…”, “estaba obligado por…”, “debía obedecer”… el mandato imperativo de sus superiores (¡la voluntad del pueblo huelga y no nada nada, con seguridad que no!) en lo que atañe a la devastación de Castilla.

Pero al mismo tiempo su amor personal por ella, y su autonomía para lo pequeño, no para lo grande que convenía a los intereses del Estado que debía inmolar a Castilla en el altar de las exigencias de los dioses o demonios de la política, le llevaba a usar las atribuciones propias de cargo y a… dedicar a Castilla una de las mejores avenidas de la ciudad que regía, cuyo nombre sigue llevando en la ciudad de Guadalajara…

La pobre, la inmolada Castilla, la nuevamente sacrificada por la política de siempre, la que lleva siglos devastando a Castilla, lo castellano, los castellanos, las castellanas y cuanto lleve ese proscrito y perseguido nombre de Castilla… ofrece al viandante y a quienes consulten un mapa una bella y amplia avenida, que recomiendo visitar, pero Castilla fue sacrificada para mayor gloria de quien pedía su cabeza, su tronco, sus extremidades y una libra de su carne cada día, como “El mercader de Venecia” shakeasperiano, pero en merma corporal esta vez sí consumada.

Gracias, pese a todo, señor alcalde del momento. Hiciste lo que pudiste en su fecha, resistir cuanto se podía… Y luego dedicar a tu y a nuestra amada Castilla la mejor avenida disponible.

Y además en honor a la verdad completa tu periodo al frente de la alcaldía de Guadalajara fue brillante en muchos aspectos. Llenaste la ciudad de parques, por ejemplo, que en aquella época estaban un poco a las afueras y hoy, además de pulmones verdes, han quedado céntricos.

El obelisco del poder, calmado.

A LOS VIENTOS HURACANADOS que circundan el obelisco del poder, que pueden lanzar rayos de ira contra quienes deseen, por haberles desacatado, les interesaba derribar y asolar el edificio histórico de Castilla, no les preocupaba ni dejaba de preocupar cómo se llamase una vía pública en una pequeña capital de provincias de la decapitada Castilla.

Descabezada y truncada Castilla, por esta parte del sur, quedaba aún trabajo por realizar en otras partes desmontables de la incómoda entidad castellana.

Lo que dejaron atrás los vientos airados y atronadores de la política verticalista y nubosa había sido esto, en buenos tiempos:

Mapa de Castilla la Nueva (siglo XVIII)

Lo que dejaban tras de sí, luego de ejercer su acción celestial de castigo y destructiva era esto otro:

Mapa de la histórica Castilla la Nueva, después de la desmembración de la provincia de Madrid, que sin embargo queda silueteada en su posición central, por lo que fuerza a que se pase por ella a quien quiera trasladarse entre el centro y la parte noreste de la nueva región resultante.

Y desde luego es el lugar de trabajo y referencia inexcusable de una buena parte de los habitantes de las provincias de alrededor.

Hasta el más incompetente del lugar vería que quedaba silueteada una tierra que estaba sin estar, y que iba a resultar muy difícil la relación de esas comarcas y provincias, entre sí, con España y con el mundo, sin contar con el espacio comunicativo de en medio.

Pero Madrid, aparentemente, había sido abolido por un aquilón formidable un día de mayo de 1981, en que había soplado un ventarrón colérico desde el vértice superior del obelisco.

Conviene recordarlo, porque la consigna de hacer olvidar Castilla que desde ese mismo lugar ha surgido quiere hacer creer que Castilla es un concepto muy antiguo, medieval, incluso, difuso…

No. Tiene fecha y momento en que se inició su liquidación y derribo. La Transición. Años 80.

Y se sabe qué polichinelas políticos –dicho sea sin acritud- contribuyeron a hacerlo. Lo que no están claros del todo son los motivos por los que la punta suprema del obelisco lanzó rayos fulminantes contra ella.

Ese obelisco del poder que venía descargando rayos contra Castilla desde siglos antes por cierto, que arreció en su tormenta desde el XIX y el XX, y que a finales del XX hubiera conseguido su propósito -lo consiguió de hecho en el plano físico-, si no fuera porque Castilla es una cultura, además de un territorio herido.

Y como cultura, Castilla, hace mucho que resulta inalcanzable inclusive para el obelisco de los rayos humanos.

El propio núcleo central de la cultura castellana, deshecho: asar la manteca a Castilla, adelgazarla.

PERO INCLUSO LA CULTURA de Castilla, como tal cultura de tal territorio, viene siendo enajenada desde hace bastante tiempo. ¿Para qué? Para extraérsela a esta tierra y aplicársela a otra: España, por ejemplo.

Inexactitud que se puede entender fácilmente a quién deshuesa, desustancia y adelgaza hasta hacerla casi desaparecer: a Castilla, sobre todo. Pero que también perjudica a España.

Quienes quieren igualar, sin matiz propio, a Castilla con España deberían pensar que de esta forma lo más probable es que España acabe igualándose con Castilla. Pero además con una Castilla que haya sido derretida, licuada y evaporada, previamente, hasta convertirse en líquida o en gaseosa.

Desde el XIX, desde el 98, con Francisco Franco, con la Transición, en nuestros días… En lo cultural, además de enflaquecerla también en lo económico y en lo demográfico.

Incluso el deshuesamiento que descarna y desnutre a Castilla puede apreciarse desde los Siglos de Oro hasta hoy, cuando ha sido desunido y laminado el eje o núcleo central de la cultura en castellano: Madrid, Alcalá, Toledo.