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El caso final de la provincia de Santander

Juan Pablo Mañueco

Extraído del libro «Castilla entre el XX y XXI, Historia y Memoria», de Juan Pablo Mañueco

Imagen principal, fotografía de Francisco Javier Sánchez: cartel de bienvenida a Santoña, cuna de Juan de la Cosa. Navegante y cartógrafo, autor del primer mapamundi en el año 1500.

EL PROVINCIALISMO Y PROVINCIANISMO son muy comunes en una desprestigiada Castilla, desacreditada, difamada y vilipendiada incluso para y por los propios castellanos. Se ama a la provincia y a España, no a Castilla, por razones de incomprensión de sí misma que estamos señalando como propias de esta tierra.

La Leyenda Negra contra Castilla, que he analizado en otros libros, desde su creación a mediados del XIX, hasta su triunfo con la Generación del 98 –salvo Unamuno- y extensión nacional a través de los planes de estudio por toda España y toda Castilla está en la base de ese menoscabo que sienten los castellanos por su propia tierra. Que es autoodio en algunos porcentajes de los mismos castellanos y odio feroz en mayores porcentajes aún de los desinformados y manipulados desde arriba restantes españoles.

El caso de Santander tiene que ver con este fenómeno del provincialismo y provincianismo, específicos de Castilla, y con el poco valor actual –hasta el XIX o principios del XX- no fue así que se da en toda Castilla al concepto “Castilla”.

En Santander, tras las elecciones de junio de 1977, UCD y PSOE se configuraron como los partidos predominantes en la provincia.

UCD no tenía una postura clara sobre la situación autonómica de Santander, había miembros del partido que pensaban a favor de un Santander que se mantuviera dentro de la autonomía de Castilla y otros que daban viabilidad a una provincia sola y autónoma.

Y se abrió paso la idea de acudir a las reuniones de los parlamentarios de Castilla y León, dejando abierta la puerta de la pertenencia de Santander a esta región y a la vez estar atentos a lo que sucediese en su propia circunscripción.

El 12 de septiembre de 1977, el diputado santanderino por UCD, Francisco Lainz Gallo, presidente de la empresa editora de “El Diario Montañés”, acudió a la Junta de Parlamentarios de Castilla y León celebrada en León en representación de la Provincia de Santander.

Francisco Lainz fue también fundador de la “Asociación de Cantabria en Castilla” (ACECA), contraria a la autonomía aislada de la provincia de Santander.

Según su visión como empresario, permanecer unidos a una región más fuerte haría que la provincia de Santander tuviese más poder de negociación con el gobierno central, conservando además los privilegios de ser la salida al mar de una región más grande, el mar de Castilla, como se denominaba a la provincia.

Entre los partidos de la izquierda hubo una postura unánime a favor de la autonomía uniprovincial por las razones de poco afecto por Castilla predominante en estas formaciones.

Cuanto peor para Castilla, mejor para ellos, es una ideología que estos partidos comparten con los nacionalistas excluyentes de España… Convendría que se graduaran la vista sobre lo que ha ocurrido en España durante los últimos siglos.

Pero quien decidía entre la izquierda era el PSOE, y en el PSOE su posición era más bien ambigua y tibia dependiendo del momento y de la inspiración de su secretario general en la provincia, Jaime Blanco García, y de los bandazos que quisieran dar sus dirigentes.

Pero por estas fechas de finales de 1977, Jaime Blanco, diputado del PSOE en Madrid, saltaría a la fama nacional, cuando apareció en una manifestación en Santander, a favor de la autonomía uniprovincial, en la que fue –al parecer sin saber quién era- golpeado por la policía.

El PSOE, que desde luego siempre, pero también en aquellos años, es y era en lo territorial, según venimos diciendo y ahora nos entretendremos algo más en explicar, la sucursal en el resto de España del Partido de los Socialistas de Cataluña (sí, ese que pone en su logotipo una C de doble grosor que las dos primeras letras), puesto que manda en estas cuestiones en el PSOE, estaba variando su postura.

PSOE y PSC (Partido Sindicado con Convergencia para obtener ventajas para Cataluña, venían a querer decir sus siglas en aquella época), creado en 1978, son dos partidos distintos. El segundo puede influir en el primero, el primero en cambio no puede hacerlo en el segundo. El sueño de todo socialista o no socialista catalán: influir en Madrid, sin que Madrid tenga poder en Cataluña.

En realidad el PSC ya es, por sí mismo, dos partidos: el catalanista (que se define como nacionalista moderado, de esta corriente surgen los líderes del partido de la C enorme) y el españolista, a la que pertenecen la mayoría de sus votantes, pero que deben plegarse a la corriente anterior, si quieren ascender dentro del Partido Socialista Creado por los nacionalistas catalanes para poder jugar con varias barajas.

Ya en aquellos años, el PSC disponía de otra bicoca, la posibilidad de que el voto emigrante castellano que arrastran los candidatos del PSOE en Barcelona (Felipe González nada menos) quedase en manos, a la hora de la verdad, de los socialistas catalanes, enteramente enlazados cuando no emparentados familiarmente con los nacionalistas catalanes. Todo queda en casa de los nacionalistas: sus votos y los de la inmigración.

Debe ser tenido en cuenta este carácter dependiente en materia autonómica del PSOE respecto al fuerte y bien financiado PSC (en donde se afilió –tras acuerdo conjunto previo, casi a sorteo- una parte del nacionalismo catalán, para introducir en el socialismo las consignas comunes de nacionalistas), mientras la otra parte de la gente bien barcelonesa de la época seguía a Jordi Pujol. Es caso conocido y estudiado, aunque no cabe en este capítulo.

El resumen de la estrategia es éste, para ganar siempre: los pujolistas, con Pujol, mientras que la emigración castellanoparlante en Cataluña (los perjudicados del franquismo) sí, es cierto, votaba a Felipe González, pero el PSC usaba sus votos en provecho del catalanismo (en donde se seguían haciendo las víctimas quienes habían sustentado y se habían beneficiado del Régimen de Franco y luego del sistema pujolista –apoyado desde fuera por el PSC-PSOE- y por la UCD o el PP si era la derecha nacional quien necesitaba los votos del catalanismo-).

De forma que por presiones del PSC y presiones del nacionalismo de derechas catalán y vasco, el PSOE acabó adoptando la postura de romper Castilla y sacar a la provincia cuna de Castilla del resto de la región por esas tierras de Santander creada.

El 13 de junio de 1978 se publica en el BOE el Real Decreto por el que se aprueba el Régimen Preautonómico para Castilla y León, en el que aparecen como dos provincias más de la región preautonómica las provincias de Santander y Logroño.

Casona de Antonio Ibáñez de la Riva Herrera en Agüero ( Marina de Cudeyo ), presidente del Consejo de Castilla

Pero tras las elecciones generales y municipales del 1 de marzo de 1979, algo debió moverse en las necesidades de pactos de los partidos nacionales, porque el pleno extraordinario de la Diputación Provincial de Santander del 21 de junio de 1979, acordó por unanimidad solicitar al Gobierno español la autonomía para Cantabria por el artículo 143 de la Constitución Española.

El Estatuto de Autonomía para Cantabria se publicó en el BOE el 11 de enero de 1982. No entró en vigor hasta el 1 de febrero de ese año, pasando la Provincia de Santander a llamarse automáticamente “Cantabria”.

150 años dentro de Castilla la Vieja, creando un castellanismo muy valioso durante ese tiempo, equiparable o más a los de Burgos o Valladolid. Desde el siglo VIII creando primero Castilla en sus tierras y la Marina de Castilla en sus puertos.

A ver si “Cantabria” aislada de Castilla, dura tanto como La Montaña y La Costa de Castilla han estado dentro de Castilla e incluso de Castilla la Vieja… Ya he dicho que le quedan muchísimas décadas o muchos siglos –según se cuente- para acercarse siquiera a uno u otro periodo.

¿Mi deseo? Que antes del primer plazo se firme un acuerdo de colaboración entre la Montaña por antonomasia de Castilla y el resto de las montañas y no montañas de Castilla. La causa debe volver a encontrarse con su consecuencia; la consecuencia, con su causa.

Auto-dedicatoria orgullosa de Antonio Ibáñez de la Riva Herrera…, presidente de Castilla

Con dinero de los primigenios castellanos procurando menteca(p)tar a los castellanos primigenios

1982, PUES, “RECUPERABA” OFICIALMENTE y de manera directa –sin siglos modificantes intermedios- la Prehistoria… aunque ello no sea posible, naturalmente, en la realidad de las cosas.

En el canje ha de haber truco –y lo hay- y trampa institucional –y hay muchas- que procuran atolondrar a los contemporáneos súbditos para hacerles trogloditas del entendimiento.

No obstante, el Estatuto de Cantabria, en su título VI, contemplaba la posibilidad de la incorporación de la nueva autonomía a una Comunidad Autónoma limítrofe con la que cuente “lazos históricos y culturales comunes”, expresión por la que hay que entender Castilla y León, ya que las voces que pedían que la provincia de Santander continuase unida con su región tradicional de Castilla la Vieja no se habían extinguido.

Posteriormente, pasados los años y consolidado presupuestariamente, y muy bien financiado y escanciado el “cantabrismo” de cartón piedra por todos los niveles y organismos -con la compra de voluntades, medros, ascensos, homenajes y agasajos que fuesen necesarios a quienes abrazasen la nueva fe- se cerró dicha puerta abierta a la integración en una entidad mayor, y esa opción fue eliminada del Estatuto.

Claro que lo que se cierra, puede abrirse en cualquier momento; sobre todo para dar entrada a la verdad, a la historia, a la identidad cultural de esas tierras y a su conveniencia –y muy clara- económica.

Y he dicho “cantabrismo” de cartón piedra –del cual hay mucho oficialmente prefabricado y puesto en pie, si se visita la histórica provincia de Santander-, porque real no puede haberlo, naturalmente.

¡Lagarto, lagarto, cómo vamos a ser simplemente una parte más de Castilla, si es Castilla la que constituye prolongación de nuestra tierra originaria, cuna misma castellana!

Las autoridades de la Castilla más norteña no lo expresaron así, aunque hubieran sido más rigurosos, si tal hubiera dicho; pero prefirieron optar por romper todo lazo y por el completo rechazo de la región en la que habían estado cómodos durante 150 años, y antes siendo la provincia de Burgos.

Tampoco parece una decisión natural y espontánea, sin que se hubiera producido ningún acontecimiento conflictivo que explicase una quiebra tan abrupta entre Castilla y su puerto tradicional.

Placa cerámica de la Puebla Vieja de Laredo

Lo cierto es las autoridades de la Castilla más norteña lograron oficializar dicha quiebra, e iniciar una virulenta campaña de descastellanización de aquellas tierras, con todo el potencial económico de una taifa recién estrenada sobre las mentes de los castellanos primigenios…